Sabino Fernández Campos le dijo al Rey en cierta ocasión: “Majestad, la Corona es la única Institución en España que no es elegida por el Pueblo, por eso tiene que ganarse al Pueblo todos los días”. Recomendación de un hombre que tuve el honor de conocer y que, desde el principio, me pareció un sabio defraudado.
Sabio consejo el de Sabino del que, en tantas ocasiones, Don Juan Carlos pasó soberanamente, hasta el extremo de hacer que el hombre renunciara a sus responsabilidades en la Casa Real y que la Corona estuviera a punto de escoñarse, avalada solamente por las calenturas de bragueta del monarca y sus malas compañías; sin contar, claro está, la velocidad de las motos, los coches y los esquís y ese estúpido empeño suyo de andar por las telas de las arañas con elefantes funambulistas.
Quizá no se daba cuenta el antiguo Rey de los españoles, que los españoles no sólo envidiamos a quien puede disfrutar de una vida regalada entre Mallorca y Baqueira; sino que, además, lo que menos perdonamos en los demás son nuestros pecados más comunes: las golosas amistades con los poderosos y los ardientes romances con las prójimas ajenas (y, más todavía, si están de buen ver). Quizá no se daba cuenta el Rey de que vivimos en el siglo XXI y que, hoy en día, aunque no se quiera, hasta lo más secreto acaba resultando ostentación: pues todo se sabe; porque lo que calla la prensa vasalla, nadie impide que los cibernautas lo pregonen.
Don Felipe es la nueva generación y sabe de todo esto. Domina los medios y los tiempos. Procura no meterse en arenas movedizas y hasta ha sabido poner distancias entre la Casa Real y los que se aprovecharon de sus influencias. Quizá, por eso, ahora debería dar un paso más y obligar a su hermana Cristina a que hocique como debe en los juzgados.
La mejor forma que tiene la Corona de no seguir en boca de todos, en evitar ser el blanco de la crítica airada de los que no la quieren, es que no quede pendiente ni la mínima duda de un delito;… y, si lo hubiera habido, que el Pueblo compruebe cómo la Justicia lo es para todos por igual. Si el Rey es el primer ciudadano del Estado, también debe ser el mejor ejemplo y, con él, todos los que lo rodean, empezando por una familia real que –para muchos, injustamente- han sido verdaderos privilegiados desde el canal del parto.
Ojalá que el sabio consejo de Sabino, tenga eco en los recuerdos de nuestro Rey: la Corona tiene que ganarse todos los días. Los españoles del siglo XXI no aceptarán otra cosa y esta monarquía, que empieza a regenerarse, no puede volver a tambalearse en una tela de araña.