Está visto que no puedo sustraerme, pero es que las cosas que pasan hacen hablar a los muertos. Mira que, para evitar berrinches gratuitos, me había propuesto mantenerme al margen. Mira que, por huir de sectarismos inútiles, había decidido hacerme el despistado. Mira que, para no encorajinarme con cutres manipulaciones de patios de colegio, había reafirmado mi criterio de objetividad sobre cualquier otro asunto… Pero ¡nada! No sirve para nada que una partícula de sal quiera rescatarse de un océano entero.
Nada más finalizar las elecciones y volvemos a lo de siempre: al revanchismo de los chiquichancas, a las burdas maniobras de los politiquillos ególatras de medio pelo que pulverizan la lógica más elemental del arte sagrado de la Política, al comportamiento cutre de los cafres serviles de buches empeñados que nunca sabrán -porque no conocen la ética ni el escrúpulo- de lo que estoy hablando.
Nada más finalizado el recuento brotaron las sombras más perniciosas de los claroscuros y, de las esquinas más recónditas, surgieron las ratas más tufadas de las alcantarillas… ¡y que haya gente que aborrezca tanto la luz! ¡y que haya seres que apetezcan tanto los estercoleros!
Así resultó -según el discurso de la derrota- que el recuento de votos arrojó una gran mayoría de españoles imbéciles indeseables, retrógrados reaccionarios, machistas impenitentes o fascistas imperdonables. Aunque podía deducirse, también, que la Voluntad del Pueblo fuera que Sánchez se regalara una nueva oportunidad en plenas vacaciones estivales ya que, según parece, es lo que a él le dictó su conciencia a la vista de los resultados (aunque hubo algún derrotista que le apuntara que lo que, realmente, se deducía de una derrota tan aplastante, es que los ciudadanos querían que se fuera de una puñetera vez con toda su corte de malandrines). Luego hay quien opina que, lo que realmente pasó, fue que la ultraderecha y la derechaextrema se unieron para arrebatarle a España su magnífico progreso… Lo dicho: es que esta gente hace hablar a los muertos.
Tiemblen, pues, los cafres en esas nubes derrumbadas -ya charcos y lodazales estancados- y ojalá que, llegado julio siga luciendo la luz en todo su esplendor para que las ratas permanezcan en sus alcantarillas y los españoles de bien puedan iniciar una nueva etapa de respeto, convivencia y tolerancia.
Ojalá….
