Tomás Beviá Aranda nació en la localidad jienense de Andujar en 1907 y falleció en 1999 en Écija. Autor de un gran número de libros de poesías y otras gran número de obras literarios, recibió en vida notables reconocimientos. Después de más de dos décadas de su fallecimiento, su nombre está vinculado a Écija, y para que no se olvide, Ceferino Aguilera ha invertido varios años de su propia vida en profundizar en la obra y la persona de Tomás Beviá y recogerlo en un libro.
En mayo de 2023 se presentaba «Tomás Beviá Aranda: El rojo que tenía la hostia blanca», un trabajo de Ceferino Aguilera que será reconocido con una Mención Especial en la XXIV edición de los Premios en Defensa del Patrimonio Histórico, que otorga la asociación Amigos de Écija, y que se llevará a cabo en el Teatro Municipal de Écija, el viernes 16 de febrero.
Siguiendo con la serie de entrevistas a las personas y entidades que recibirán estas menciones y que iniciamos con Marina Martín Ojeda, desde Écijaweb hemos mantenido una entrevista con Ceferino Aguilera, autor del libro.
Tomás Beviá
Desde su punto de vista ¿quién ere Tomás Beviá?
Un hombre para los demás, pionero, portador de una gran inteligencia creadora y de una cosmovisión cristiana de palabra y obra que supo mantener con coherencia y abnegación a lo largo de su larga y fecunda vida. Creo también que es una persona extraterritorial, maestro itinerante y privilegiado de la lengua, políglota, bien curtido por las heridas de la Guerra Civil, que él supo sanar con una preclara perspectiva creyente, positiva y afirmativa de la realidad: fue un “director de orquestas”, cuya memoria agradecida aún pervive extendida en los lugares de la geografía nacional (Écija y Andújar, sobre todo) e internacional en que transitó y a las que enriqueció de múltiples y diversos modos de proceder; siempre enamorado de Lola, su mujer; ejemplo de hijo, muy valiente en la contienda; de hermano, de padre… En verdad, fue una persona 5C: consciente del mundo en que vivió; competente en su oficio y vocación de Maestro Nacional; compasiva con los demás; comprometida socialmente; y creativa donde las haya, dotada de una visión profética cuyos frutos siguen hoy interactuando con el presente…
¿Cómo descubre a Tomás Beviá?
Fue en septiembre de 1996, recién llegado a Écija, su “tierra novia”, cuando compré en la librería su magnífica Guía Turística de esta bella ciudad del Sol (me ha ido enseñando a ser ecijano desde entonces)… Unos años después, tras ir leyendo con interés sus diversos poemarios y conociendo su “presencia real” en tantas teselas del mosaico de Écija (una biblioteca, una sala, una calle, un monumento, un pregón, un legado creciente como docente y como académico… desde la SAFA de Écija propusimos rendirle un gran homenaje en forma de Recital Poético y de libro-disco en el Teatro Municipal, y así lo hicimos, con la juventud de esta hermosa tierra… Este acontecimiento, que culminó con éxito en el año 2007, en el marco del centenario de su nacimiento (1907), me permitió conocer al fin a su familia, especialmente a sus hijos, hijas, nietos… y, entre sus discípulos (Don Tomás hizo y sigue teniendo escuela), a dos Ecijanos de Oro, a Rafael Amadeo Rojas y a Juan Palomo Ibáñez, quienes me impulsaron, en la medida de mis posibilidades, a ir un poco más allá y a escribir un libro sobre el saber biográfico de Don Tomás Beviá Aranda… Fui entonces comprendiendo con el tiempo que debía subtitularse El rojo que tenía la hostia blanca, como él mismo dejó escrito en un parte de guerra, en una novela de aprendizaje, muy actual aún, que hoy ve su luz al fin.
El personaje y la persona
Por lo que se puede leer en el libro es evidente que conoce al personaje, pero ¿llegó a conocerlo personalmente? Independientemente de su obra ¿conoció a la persona?
No, sinceramente, no llegué a conocerlo en persona en 1996: me hubiera gustado hablar con él, escuchar su voz y aprender directamente de él, pero ese año coincidió que recién casado con la mujer de mi vida, Pilar, me desplazaba desde Lucena a Écija cada mañana y regresaba, tras la jornada escolar, por la tarde; hicimos varias mudanzas y, de forma fija, no nos afincamos en Écija hasta 1999… Don Tomás estaba ya muy mayor, moriría el 30 de abril de ese mismo año. Sin embargo, desde el principio oí hablar de él, por la Tertulia Poética “Hontanar”, por el I Congreso de Historia de Écija, por la televisión, por una magnífica entrevista que le hicieron Fernando del Pino Jiménez y Amadeo Rojas…por sus libros, por la gente de Écija…Acaso la persona se va conociendo también en su circunstancia y, asimismo, por quienes le conocieron muy bien, pues todos suelen destacar su “mirada tierna, diáfana, sencilla, verdadera…”.

Cuando alguien se sumerge en un trabajo de esta envergadura seguro que descubre cosas sobre la persona o su obra que le eran desconocidas ¿qué es lo que más te ha llamado la atención descubrir?
Sin duda, una persona muy cogida por Dios (fue seminarista en Comillas, con los jesuitas), con una espiritualidad cristiana incontestable que, en cierto modo, le llevó a ser un visionario y una persona que supo ir a menudo a contracorriente, moderna, innovadora para su tiempo, que supo leer muy bien los signos de los tiempos; toda su obra rezuma, derrama un “saber autobiográfico” muy digno de ser conocido por su inmensa coherencia vital y que se expresa en su obra musical y pictórica, no solo en la poética o novelística… Me ha emocionado, especialmente, conocer su correspondencia privada, aún desconocida para el gran público, pero bien custodiada y salvaguardada por sus hijos e hijas, a quien tanto debo y quiero verdaderamente: Tomás Beviá vive en ellos y, con ellos, en nosotros… Sus cartas reflejan un alma grande, un corazón que se abre de par en par…
Nuevas generaciones
Es usted una persona que diariamente, por tu profesión como docente, se relacionas con jóvenes, pero qué saben las nuevas generaciones de Tomás Beviá.
Los jóvenes de hoy han oído hablar de su nombre: dentro de un nombre hay un trozo de historia. Les suena su nombre, esto es verdad, pero no han leído su obra… Ahora bien, su legado vive en ellos más de lo que pueden imaginar o saber: su pasión por la tierra ecijana, titularidad de su Biblioteca Pública, que los jóvenes conocen muy bien; de su sala de lectura; de una de sus calles, del monumento que se encuentra dentro del propio IES Luis Vélez de Guevara, de los homenajes que Écija le rindió en vida (es Hijo Adoptivo de esta gran ciudad); de aquel añorado Recital Poético SAFA de 2007 que los propios jóvenes le tributaron; de aquella chirigota que le dedicaron en Carnaval, o incluso de las adaptaciones musicales de sus versos que el entonces joven Luis Losada (hoy profesor) o Fernando Sanjuán, entre otros, le ofrecieron…Los jóvenes de ayer son los adultos de hoy que en su juventud supieron acercarse a la figura de Tomás Beviá. Nos toca ahora seguir acercando su legado y pasar el testigo… Estoy convencido de que los clásicos nos leen, son espejos y ventanas abiertas…
El libro
Su libro lleva por título “Tomás Bevia Aranda: el rojo que tenía la hostia blanca” ¿por qué?¿qué significa?
Así es, lo explico en las páginas 154-155 del propio libro, que así se titula. Permíteme: El rojo que tenía la hostia blanca es, en síntesis, una feliz metáfora identificativa del “muchacho” protagonista de la novela: un teniente de la zona roja, republicana, brillantemente graduado en la Escuela Popular de Guerra, que cual Tarsicio en la trinchera, comulga y administra las formas consagradas que va obteniendo en su largo periplo bélico de tres años de contienda. El nombre tácito “teniente” (el autor firma siempre con las dos estrellas) implícito en el sintagma El (teniente) rojo, se sobreentiende por el lector de la novela, a la par que el aspecto imperfectivo de la forma verbal “tenía”, llena de viveza expresiva, a la par que describe una acción pasada, anterior al año 1985 en que se compone el relato, también refleja una situación no terminada ni finiquitada, pues sigue ejerciendo su influjo en ese presente actual del protagonista que escribe su historia del 36 en plena democracia española. Tomás Beviá pinta así con palabras, contraponiendo los colores del rojo, lleno de connotaciones ideológicas de izquierda, al blanco, propio de la pureza y el amor incondicional de la “hostia”, el alma de un joven teniente que, pese a sus ideales contrarios al bando republicano, logra salvaguardar su identidad cristiana durante el conflicto. Asimismo, se contrapone el rojo al azul: rojo por la bandera comunista; azul por los colores de la Falange de José Antonio. En el discurso narrativo de El viejo que tenía la hostia blanca se aprecia una insistente relación o paratexto –generalmente de índole semántica y de máxima pertinencia para una lectura cabal– del contenido de las distintas partes de la novela con su título general. Rojo y azul son dos colores simbólicos, dos ideas de España, que “luchaban encarnizadamente” en la Guerra. El rojo es entonces el color simbólico de la ideología socialista, anarquista, comunista y republicana; el azul, el de la derecha reaccionaria y católica, el color del nacionalcatolicismo franquista, de ideología similar a la de otros regímenes dictatoriales como el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán. Sin apenas maniqueísmo, el autor es consciente de que “en la zona azul se alentaba la religión; en la roja se la perseguía inexorablemente; se partía del falso principio de que un militante católico era necesariamente un fascista, y de que un librepensador era forzosamente un rojo”.

Tiempo
¿Durante cuánto tiempo ha trabajado en este libro? ¿de qué fuentes ha bebido?
Si bien es cierto que he logrado terminarlo en su redacción final en dos años, aproximadamente (sobre todo, en mi tiempo más libre, durante dos veranos seguidos), no es menos real y evidente que he venido investigando sobre su vida y su obra desde 2007, aquel año de su centenario en que SAFA le tributó el gran homenaje que ya he mencionado: con antelación, he ido recabando datos de múltiples y diversas fuentes (cfr. la bibliografía contenida en el libro: págs. 249-260), tanto de Écija (el archivo familiar, su sala, su Biblioteca…la Tertulia Literaria Ecijana, la Tertulia Poética “Hontanar”), como de esas otras ciudades donde vivió (su “tierra madre”, Andújar, sobremanera), entrevistando a sus antiguos alumnos, familiares, amigos, poetas…; consultando distintas bibliotecas que salvaguardan su obra: los archivos de la Guerra Civil… Pero, especialmente, me ha llevado bastante tiempo reunir por entero, casi, y leer toda su obra publicada y sin publicar, premiada y sin premiar (son innumerables los premios y homenajes que Tomás Beviá recibió en vida), tanto en verso como en prosa, dispersa por diversos lugares y publicaciones varias, a menudo agotadas o de difícil acceso, como sus escritos -aún conservados- cuando estudió en la Escuela Popular de Guerra de Paterna…
¿Qué le gustaría que aportase este trabajo?
Desde la modestia y la humildad siempre, soy plenamente consciente de mis limitaciones y de sus posibilidades, la salvaguarda del saber biográfico y del legado ensayístico y literario de un Ecijano de Oro, Tomás Beviá Aranda, así como la singularidad del acervo histórico y cultural de Écija, cuya Biblioteca Biográfica debe seguir creciendo con más publicaciones de sus Ecijanos de Oro.
¿Con qué idea se embarca alguien en un proyecto de este tipo?
Desde la admiración y la gratitud, sin intereses creados, a la figura de Don Tomás Beviá Aranda, pero con actitud de aprendizaje y de servicio a Écija, desde la “creación y el encuentro”. Mi deuda de gratitud es inmensa y no deja de aumentar con este libro, cuyos patrocinadores han confiado en este sueño compartido, del que son coautores y promotores, indiscutiblemente.
Amigos de Écija
El libro ha sido reconocido con una mención de la asociación Amigos de Écija en los Premios en Defensa del Patrimonio Histórico ¿que supone para Ceferino Aguilera?
Vayan mis primeras palabras para expresar mi más profundo agradecimiento, de corazón, a los Amigos de Écija por este galardón de Fomento de la Literatura en su modalidad de patrimonio literario y para felicitar a los demás premiados. No vemos el mundo como es, sino como somos. Y es que una ciudad como Écija no es solo grande por sus edificios, que también, sino por las personas, por sus ciudadanos, por sus gobernantes, por sus escritores, poetas, artistas, matemáticos, emprendedores, filósofos o hasta bibliotecarios. Una ciudad es sangre humana, no solo templos o teatros. Creo que una de las formas más bonitas de aprender sobre la historia es a través de las historias personales, de su saber biográfico, de sus vidas, sus sueños, sus logros, sus desgracias, sus pesares, sus alegrías…
Injertado en Écija, quisiera compartir este entrañable Premio tanto con toda la familia de Don Tomás Beviá Aranda, incluido en ella un Hijo Predilecto, Rafael Amadeo Rojas, cuyos sueños de salvaguardar la vida y la obra de este Ecijano de Oro han constituido el gran motor para hacer realidad este anhelado trabajo de investigación que hoy nos premia Amigos de Écija, como también quisiera compartirlo con los once patrocinadores económicos y culturales que hicieron posible su publicación, con su providencial auspicio, tanto en formato papel como en digital. ¡Muchas gracias de verdad!