Antonio se montó en un taxi y, en cuanto comenzó el trayecto, empezó a hablarle al conductor. Éste intuyó que Antonio le iba a dar la lata durante todo el trayecto y recurrió a un viejo truco. Miró por el retrovisor y le dijo: “Lo lamento, señor, pero tengo un problema de oído y no escuchó del todo bien. Lo siento mucho pero no puedo oír con claridad todo lo que está diciendo”. Al llegar a su destino, Antonio pagó la carrera y continuó con sus asuntos, pero la cabo de un buen rato se dio cuenta de que el taxista le había tomado el pelo.
Pregunta: ¿En que lo notó?
Respuesta: El taxista tuvo que oír con claridad la dirección que le indicó Antonio al subir al coche, en caso contrario no hubiera podido llevarle.