En uno de mis últimos artículos afirmé que los Sistemas Comunistas son y han sido en la Historia del siglo XX, los regímenes criminales más represivos de todos los que han existido (más, incluso, que el nazi y que todos los de corte fascista que han existido). Entonces, un conocido me acusó de haberme vuelto facha y me anunció su decisión de darse de baja en mi Facebook.
Lógicamente, que dejara mi Facebook –para el que me solicitó amistad- me la trae al pairo, pero confieso que me preocupó el hecho de que me tildara de fascista: no por hacerlo o por serlo, sino porque me hizo meditar sobre el grado y la calidad de la objetividad que puedo transmitir en mis escritos.
Toda mi vida política giró en torno al nacionalismo de centro izquierda progresista (porque, lógicamente, el nacionalismo andaluz no puede ser otra cosa), pero ya salí de la política y, por tanto, ahora puedo permitirme el lujo de ser más objetivo que nunca, pues ya no me condicionan siquiera los postulados ideológicos de un partido al que tenía la obligación de responder. Por eso, ahora, cuando analizo los datos y aplico la lógica al análisis que realizo, expreso con absoluta libertad (sin condicionamiento alguno), las conclusiones a las que llego libremente (no digo que todas correctas, pero sí que sólo sujetas a mi propia incapacidad para el análisis o a mi ignorancia)
El caso es que ahora, no sólo me sorprendo algunas veces de mis conclusiones, sino que me siento hasta incómodo cuando vislumbro –por ejemplo- los terribles errores de muchos nacionalistas y, sin embargo, tengo que reconocer los comportamientos éticos de adversarios que, si no los consideraba incapaces de tenerlos, sí al menos los pensaba mucho más condicionados por sus intereses particulares. Prueba de ello, han sido dos hechos que se han producido en las últimas cuarenta y ocho horas.
Por un lado, la escritora Empar Moliner, teatralizó el gesto de quemar la Constitución. Soy de los que piensa que hay que cambiar la Constitución por obsoleta (ahora ando escribiendo un artículo por partes que acabará, precisamente, razonando esta postura), pero me jode que mientras esté vigente, sea el nexo de unión de los españoles y la garante de nuestros derechos, una señora venga con una cerilla a quemar lo que es de todos y que, entre todos, deberíamos replantearnos;… y la puntilla la da un artículo que informa que Moliner cobra 4000 euros mensuales, por una colaboración diaria de cinco minutos en TV3 (me indigna el abuso de un dinero público que paga gestos como el de la cerilla).
Por otro lado, escuché las explicaciones del exministro Soria sobre su metedura de pata y la decisión que tomó de dimitir. A fuerza de ser objetivo, confieso que valoro muy positivamente su gesto: a fin de cuentas, es el primer político de nuestra Democracia que deja un alto cargo -antes de cumplirse una semana de estar inculpado-, renunciando –de paso- a todos sus privilegios de aforamiento, de poltronas y de despachos oficiales… ¿Qué quieren que les diga?: aunque, como ya confesé, me considero nacionalista de centro izquierda progresista, la objetividad que entiendo me lleva a calificar de cafre a la Señora Moliner (por muy nacionalista que sea) y, por muy pepero que sea, poner en cuarentena el caso del Señor Soria (que ya veremos por donde sale…)
Sigo siendo lo que soy y sigo analizando lo que nos pasa para formarme un criterio con la mayor objetividad posible; sin embargo, confieso que, independientemente de las ideologías de cada cual, a veces la rabia por las gilipolleces de unos y la admiración por los gestos de otros, me influyen –aunque no quiera- cuando tengo que tomar distancias.