Una de las verdades trascendentales de la Vida, es que siempre hay moscas cojoneras. Hagas lo que hagas, estés donde estés, siempre habrá quien te critique por hacer lo que hiciste o por haber estado en el sitio que estuviste.
Esta semana me ha pasado con algunos imbéciles (pocos, menos mal…) que han intentado -con socarronería- la reprimenda, por el hecho inaudito de haber ido a Roma y haberle presentado mis respetos al Papa Francisco. Para colmo, no tenían otros argumentos que esos, tan manidos, que suelen esgrimirse contra la Iglesia: que si son unos ladrones, unos aprovechados, que es un nido de pederastia, que si… Confieso que me he limitado a sonreír y a pasar, porque para la ignorancia no hay otra respuesta válida que la educación y yo ya estoy viejo para meterme a maestro.
Pero es verdad que el hombre propone y Dios dispone. Hete aquí que me he desayunado con la muerte de García Viejo, el segundo sacerdote misionero español, víctima del Ébola… y, recordando las críticas de los idiotas, me he rebelado, me he puesto el delantal de cocinar letras y me he metido en faena con las que siempre fueron las verdades del barquero y que ahora se llaman estadísticas.
Esa Iglesia que dirige el hombre al que yo le besé su anillo como de plata de los chinos, tiene declarados en España más de 42 millones de seguidores (el 92’18 % de la población), integrados en casi 23.000 parroquias (con sus correspondientes iglesias y monumentos disfrutados por todos) que, con casi 80.000 religiosos y más de 99.000 catequistas, atienden a los casi 1.500.000 alumnos de los 5.535 Centros de Educación propiedad de la Iglesia, así como sus 77 hospitales, 54 ambulatorios, 1 leprosario, 803 hogares para ancianos y discapacitados, 391 orfanatos y guarderías, 293 consultorios familiares, 3.323 centros especiales de educación o reeducación social y 632 instituciones de otro tipo. Todo esto, sin incluir la labor de Cáritas Diocesana, que ni te cuento… (¡ah!… y con dinero donado por sus propios feligreses).
Pues bien, si esto es en España -y ya que hablamos de la muerte de un misionero español que atendía a los enfermos de Ébola en Sierra Leona-, a nivel mundial las cifras se disparan. La Iglesia Católica en el Mundo (donde tiene más de 1.300 millones de seguidores, muchos de los cuales siguen muriendo heroicamente –a manos de los virus o de los fanáticos- por defender o responder a su fe) hace una labor que se traduce en más de 5.000 hospitales, 17.000 dispensarios, 700 leproserías, 15.000 hogares para ancianos y discapacitados físicos, psíquicos y sensoriales, 8.000 orfanatos y 12.000 jardines de infancia… y, todo ello, para la gente propia y extraña, para los católicos y no católicos, para los que creen en un Dios posible o imposible e, incluso, para los que no creen en Dios alguno.
Siempre habrá imbéciles y moscas cojoneras, pero como yo conozco los datos –independientemente de la fe, las filias y las fobias de cada cual-, siempre me alegraré y tendré a gala, el haber aprovechado el privilegio y la ocasión de saludar –aunque sólo fuera por un par de minutos- al hombre que, con un anillo de plata como de los chinos, está haciendo posible una auténtica revolución Humanista en esta Iglesia de Cristo y tan de todos.
Francisco Fernández-Pro