“¿Caló?… ¡Caló, la de le era!… ¿o es que no te acuerdas?”; se lo decía un ochentón a otro al hilo de las temperaturas que nos agobian. No hace tantos años de esa caló. Muchos andaluces trabajaban en los campos de Sol a Sol, envidiando al señorito del cortijo que era el único que vivía bien, al amparo de la sombra y a la vera del botijo. El señorito: la condena perpetua de nuestra tierra, indeseada durante siglos, indeseable e inmerecida.
Pero ya estamos en el siglo XXI. Ya no se trabaja como antes. Ahora casi todo el mundo pasa las horas pegado como una lapa al ventilador o al aire acondicionado, refrescándose en la piscina o comiéndose un espetito de sardina en la playa. Cada cual como puede o como sabe ingeniárselas. Primero llegaron las máquinas y sustituyeron a los brazos; después a las máquinas le pusieron radio y, después, aire acondicionado también. Algunos van en los tractores como si fueran en mercedes.
Pero, a pesar de todo, en Andalucía sigue y seguirá habiendo –como un mal conjuro o un mal de ojos- señoritos de sombrajos y botijos; aunque los de ahora no sean como los de antes. Entonces – como decía Manuel Machado – “heredaban, no ganaban, elegancia y blasón…”
Los señoritos antiguos montaban hermosas jacas o paseaban altaneros en sus calesas, bebían buenos vinos en los colmaos y regalaban a queridas y a putas, cristales, azabaches o plata… Y ahora no es así.
Los Señoritos de ahora, siguen siendo los que se gastan el sudor y la sangre del prójimo en gambas y vinos de tabernas; los que engañan a los otros convenciéndolos de que el que hay es el estatus establecido y legal (antes decían “por la gracia de Dios” y ahora dicen “por voluntad popular”). Estos Señoritos de ahora, son los que juegan con las palabras para violarles el sentido y aprovecharlas hasta el tuétano; los que medran por donde caen y procuran siempre caer donde se medra.
Los Señoritos de ahora cambiaron jacas por carteras, botijos por dietas de representación, putas por estómagos agradecidos y queridas por lameculos indecentes. Pero siguen actuando de la misma manera y, con todo, lo peor es que estos Señoritos de hoy no nacieron señoritos, sino que los hicimos Señoritos nosotros y, con nuestros votos, seguimos dejando que ejerzan mientras nos pasman.
Por eso, lo más grave de todo, es que estos Señoritos (así, con ERE, tal como suenan…), ahora sí nos los merecemos.
Francisco Fernández-Pro
(variaciones sobre un texto de “Teselas para un mosaico”)