Se cree que los coches dicen mucho de cada uno de nosotros: la forma de aparcar, el color, el olor… podemos pensar por tanto que nuestros vehículos tienen algo nuestro y de lo que somos. Si esta máxima es cierta, o no, requeriría una gran reflexión y estudio, pero hay alguien que si puede decir, que de un modo u otro, muchos coches llevan algo suyo.
En el sur del Alemania, en una localidad de algo más de 27.000 habitantes, en un centro de producción de la marca Audi, trabaja Antonio Mérida, un ecijano al que después de cinco años aún le sorprende que la actividad comercial de Heilbronn, lugar donde vive, se termine a las 18.00h, y que los alemanes “hablan muy bajito”.
La historia de Antonio es como la de muchos otros que tras finalizar la universidad –o antes- toman la decisión de irse al extranjero “vivir la experiencia de estar fuera, hablar otro idioma, conocer gente de otros países y culturas” pero además perseguía un elemento diferenciador en su curriculum a la hora de buscar trabajo en España.
Lo que en principio estaba previsto como una estancia de un año se ha alargado a cinco, y por como habla del trabajo que desempeña pueden ser algunos más “soy responsable de producto, en el área de iluminación. Entre mis proyectos actuales esta el desarrollo de los próximos sistemas de iluminación, es decir, faros y pilotos para modelos como el A6 , A7 o el R8”, aunque tiene claro que quiere volver a casa “no sé si será 1, 3, o tal vez 10 años, pero quiero volver a mi tierra”.
Para recordar su tierra confiesa tener una postal que una amiga alemana le envió desde Málaga, se trata de un atardecer y un toro, algo que le acerca el símbolo identificativo de la marca Osborne que salpica las carreteras españolas, y en concreto uno “me recuerda al toro que hay en la autovía de Sevilla a Écija. Ese toro es el que tras bajarme del avión e ir camino de Écija me dice “Bienvenido a casa”, lugar que desde la distancia reconoce que es una ciudad muy bonita y de la que cree que su historia y pasado le aporta mucho potencial que hay que aprovechar.
Del lugar donde vive, Heilbronn, lo primero que enseñaría a cualquier visitante es la vista desde cualquiera de las laderas que rodean la ciudad -ver imagen-, la cual está rodeada de viñedos y cuyos vinos son los mejores de Alemania. Estos caldos sirven para acompañar patos típicos como los “Maultaschen” (una especie de ravioli enorme relleno de carne y verduras que se preparan con distintos acompañamientos; queso fundido, guarnición de verduras…), la amplia variedad de salchichas “que con el paso del tiempo voy apreciando más y más”, y las lentejas alemanas, las “Saure Linsen”, una receta muy similar a como la conocemos pero a las que les falta un ingrediente secreto, el cariño materno “las de mi madre están mucho más ricas”.
Sobre sus vecinos, además de destacar que hablan muy bajito, Antonio los describe como “siempre correctos y educados pero guardan mucho las distancias personales. Creo que destacaría lo difícil que es hacer un amigo alemán, pero si lo tienes, dicen que es para toda la vida” a lo que suma que les gusta el orden, la disciplina y el civismo.
Antonio es un enamorado de su profesión; lo reconoce, y confiesa que posiblemente su pasión por los coches le hizo que inconscientemente dirigiese sus brújula hasta Alemania “me encantan los coches y el motor y mi sueño era dedicarme a eso, y que mejor sitio que el país del automovilismo”. Precisamente la industrial de la automoción se encuentra en un lugar privilegiado de la particular guía de viajes de este ecijano. Si fuésemos a visitarlo nos llevaría a la fábrica de Audi donde se desarrollan motores diesel que saldrán al mercado en un par de años, o a la sede de Mercedes, donde los visitantes pueden conocer gran parte de la historia del automóvil en su museo, y por último a la fábrica-museo de Porsche.
Desde la distancia, el sol y el calor vienen a la memoria de Antonio, quien a diario una acción cotidiana le devuelve a las calles de Écija, el repicar de las campanas de Heilbronn, algo que sería ideal si al abrir la despensa encontrara “un kilillo de pan” o al abrir la puerta y recibir un paquete, en su interior hubiese “un paquete de roscos “el diablo” y una bolsa de patatas “San Pablo”.
Como “embajador”, Antonio Merida presume de ser ecijano. Si viajase acompañado hasta la “ciudad de las torres”, tiene claro lo primero que enseñaría “el hostal “La casa en el centro” ubicado en la calle cintería y que se encuentra en una casa típica andaluza, con su patio, sus arcos , sus azulejos… Luego los llevaría a la capilla de Santa María y a la pequeña Alhambra que tenemos en el edifico donde se sitúan los juzgados. Por último, los llevaría a cualquiera de los muchos buenos bares que tenemos para tapear”.
Por último, y avalado por su experiencia vivida, Antonio se permite dar un consejo para futuros aventureros “no debe ser una aventura a lo loco”, por ello no le da reparo confesar que antes de viajar a Alemania “conocía la ciudad solo de verla a través de google maps, sabía dónde estaban los supermercados, restaurantes donde poder comer algo, punto de interés y como llegar a ellos” y junto al equipaje llevaba una lista de las cosas que debería de comprar a su llegada, un listado con los nombres “en español, alemán y como se llamaba el producto en el catalogo de Ikea”.
No podía faltar el momento saludos, donde se acuerda de la familia y amigos, a los que manda “un gran beso y un enorme abrazo, y decirles que siempre hacen especial la vuelta a casa, que se les echa de menos y que sin ellos no hubiera podido llegar a donde he llegado”.
Esta es la historia de otro ecijano en el mundo, Antonio Merida, un joven que está viviendo un sueño al trabajar en lo que realmente le apasiona. A partir de ahora cuando un Audi A6, A7 o R8 pase cerca, piensa que algo de un ecijano está tras de él.