Se viene planteando durante estos días, y en diferentes foros, la conveniencia o no de la expropiación por parte del Ayuntamiento de la Plaza de Toros de Écija: nadie duda de que el coso taurino forma parte de la historia de esta ciudad.
Hay posturas que sólo tienen una única misión: la oposición frontal ante cualquier iniciativa que venga de otro partido político sin llegar a valorar si la adquisición puede ser o no positiva para los ecijanos. Dentro de esta línea de oposición, algunos partidos políticos están influyendo en la opinión ciudadana para que se dé marcha atrás en la expropiación de la histórica Plaza de Toros astigitana.
Cuando se debate este tema se nos viene a la memoria las diferentes iniciativas que llevaron a cabo otros regidores y que, gracias a su trabajo y tesón, han posibilitado que los ecijanos disfrutemos hoy de servicios e infraestructuras que nadie pone ya en duda. Una de ellas fue la que tomó el Alcalde Joaquín de Soto en la década de los sesenta al adquirir los terrenos en la Alcarrachela, que sirvieron posteriormente, para ampliar la avenida Miguel de Cervantes y emplazar allí las ferias de mayo y septiembre o el ambulatorio de la Seguridad Social. Estas decisiones se llevaron a cabo en tiempo difíciles y de notable penuria económica.
Pero, posiblemente, una de las gestiones más aplaudida hoy por todos los ecijanos fue la que llevó a cabo en 1906 el alcalde Plácido Ostos Angelina con la compra del Palacio de Benamejí. Esta operación no estuvo exenta de polémica y dificultades, pues el inmueble no se destinó, en principio, a uso municipal sino para ser cedido al ejército que ubicó en el mismo la Comandancia Militar.
Hay que recordar que el Ayuntamiento de Écija optó por este edificio a pesar de tener otras propuestas más económicas como fueron inmuebles sitos en calles Ancha, La Marquesa, Rejón, y que además, el Ayuntamiento tuvo que ejecutar, a su costa, las obras de adaptación y restauración oportunas. Tal es así, que fue necesario solicitar, en varias ocasiones, un aumento de presupuesto para la ejecución de dichas obras. Ya hemos apuntado que la adquisición del palacio fue además de polémica, lenta y costosa. La razón residía en que la titularidad de la mansión no estaba en una sola persona y sí en varios propietarios, algunos de ellos en paraderos desconocidos. De tal forma que la primera escritura se firma en 28 de julio de 1906 y la última en 13 de diciembre de 1923. Es decir, necesitaron 17 años para conseguir el cien por cien de la titularidad.
No cabe duda sobre la buena gestión de la compra del palacio, pues se vaticinó que cuando “las circunstancias ignoradas del futuro hagan o puedan hacer que la Remonta no necesite el Palacio, podrá utilizarlo el ayuntamiento a otros servicios públicos compatibles con gran economía para el municipio y ello también, para conservar el mejor edificio de este pueblo”
Efectivamente nadie duda de que aquella gestión fuera beneficiosa para la ciudad, pues hoy todos los ecijanos disfrutamos de uno de los museos arqueológicos más bellos de España.
Con la expropiación de la plaza de toros, los futuros astigitanos podrán juzgar, como hoy lo hacemos nosotros, de la buena o mala decisión de los actuales dirigentes y la historia, como siempre, les quitará o dará la razón.
Juan Méndez Varo