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    Francisco Fernández-Pro: Letras breves… en defensa de la hispanidad y contra la progresía iluminada

    Como todos los años llegamos a las fechas en las que celebramos la Hispanidad y, como viene ocurriendo, desde hace unas décadas, muchos de nosotros nos vemos obligados a salir a la palestra -a pesar de nuestros retiros y nuestras perezas- para intentar poner los puntos sobre las íes, aunque resulte tan difícil entre tanto asno.

    Este año ha vuelto a ser un dirigente mejicano -en esta ocasión una mujer- quien ha iniciado los rebuznos. Si a su antecesor, Obrador, no se le ocurrió otra cosa que pedirle a España que pidiera perdón a México por el Descubrimiento y posterior Conquista de hace quinientos años, a la nueva presidente mejicana, Claudia Sheinbaum, no se le ocurre otra que retirar una invitación protocolaria a nuestro Rey argumentando que España aún no había cumplido con la exigencia impuesta. Aún así, lo que más me indigna es que hay españoles que justifican a la mastuerza.

    Aunque si lo pensamos, puede resultar normal, ya que por desgracia cada vez es mayor el número de españoles que desconocen nuestra historia y, guiados por sus ideologías, se dejan arrastrar por los ignorantes y las redes de comunicación, para agravar los bulos, enaltecer la estupidez y alimentar nuestro tradicional cainismo.

    Por eso he pensado que puede resultar un buen momento para plantear una reflexión que, aún resultando un poco extensa -dados los datos que exige un análisis lo más correcto posible-, pueda arrojar las luces necesarias sobre una de las más grandes gesta de nuestra Historia y, sin duda, de la Historia de la Humanidad. Gesta impresionante en todos los sentidos, de consecuencias importantísimas en el devenir del Mundo conocido y que adopta especial relieve si se nos ocurre darnos un paseo por el Muelle de las Carabelas en Palos de Moguer y nos “enlatamos” en aquellos cascarones de madera, con el pensamiento puesto en lo que pudo haber sido el primer viaje hacia el límite ignoto del océano. Gesta que emprendimos los españoles y que, por mor de esa “progresía” incomprensible, en vez de regocijarnos en su conmemoración, nos toca muchas veces -como ahora, tirando de historia y de argumentos- salir al paso del manido genocidio imperdonable y el cacareo de los desafortunados voceadores de aquellos otros que, durante siglos, distorsionaron tantos hechos por intereses comerciales y de conquista: léanse portugueses, holandeses, franceses y, sobre todo, anglosajones.

    Haciendo una breve síntesis de anteriores artículos en la que, tomando distintos puntos de apoyo, reflexioné sobre esta Hispanidad en referencia a la actualidad de asuntos como la salvaguarda de la Unidad de España o la defensa de nuestra Lengua, paso a enumerar una serie de datos, absolutamente objetivos, que recoge la Historia y que casi siempre se ignoran por los que tanto gustan de manipular ideológicamente las realidades contrastadas.

    Tras el Descubrimiento del Nuevo Mundo, la Corona de Castilla puso especial empeño en la cristianización de los “indios”, por lo que comisionó a Fray Bartolomé de las Casas con este fin y éste mantuvo, desde el principio, una firme oposición a la esclavización de los nativos americanos. Voluntad ésta que determinó absolutamente la de la propia Reina Isabel, como lo demuestran dos hechos significativos:

                1º. Tras prohibir la esclavización de los indígenas (al considerarlos “gentes con alma” y vasallos de la Corona), la Reina Isabel, informada de que Colón había vendido los que había traído en su viaje, mandó liberarlos, los reunió en el puerto de Sevilla y los repatrió con orden expresa de que, como súbditos de Castilla, fueran respetadas sus posesiones y sus vidas. Luego, por la venta realizada por Colón, ordenó su inmediata prisión, retirándole sus privilegios y destituyéndolo como Almirante de la Mar Oceana.

    2º. Isabel se reafirma en esta voluntad, hasta el mismo momento de su muerte, en el que introduce en su Testamento el Artículo XII del Codicilo, en el que manda a su esposo, el Rey Fernando, a su hija Juana y a sus sucesores que: “…no consienten ni den lugar de que los indios vecinos y moradores de las dichas Indias y tierra firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes; más, mando que sean bien e justamente tratados. Y si algún agravio han recibido, lo remedien.” Refiriéndose a este momento, el historiador iberoamericano Rafael Altamira, afirma: “Fecha memorable para el mundo entero, porque señala el primer reconocimiento del respeto debido a la dignidad y libertad de todos los hombres por incultos y primitivos que sean; principio que, hasta entonces, no se había practicado en ningún país”.

    Por otro lado, si abordamos la consideración administrativa que se le dio al Nuevo Mundo, la intención de la monarquía española fue crear otras Españas en las nuevas tierras, tanto jurídica, administrativa, como culturalmente. Fueron décadas después –cuando Felipe II promulgó los Decretos de Abolición de la conquista-, dando vía libre a holandeses, franceses e ingleses, cuando se inicia la verdadera “colonización” ya que éstos, a diferencia de los españoles, nunca procuraron evangelizar ni civilizar en el sentido positivo y se limitaron, simplemente, a crear puestos comerciales.

    Resulta relevante que durante los, aproximadamente tres siglos de dominio español, en sus territorios, se construyeran 30 Universidades para españoles, nativos y mestizos (indistintamente), mientras que no se fundara ninguna en los territorios ocupados por Portugal, Inglaterra, Francia y los Países Bajos (Brasil, Estados Unidos y Canadá).

    Por otro lado, el hecho de que Hernán Cortés sólo contara con 550 hombres de guerra, 300 auxiliares y 16 caballos; y Pizarro, con 183 hombres y 7 caballos para la conquista del Imperio Azteca y del Imperio Inca con decenas de miles de guerreros, debería hacernos reflexionar sobre la verdadera calidad de estas conquistas, la naturaleza de los contendientes y la frecuencia y mortalidad de las batallas. Sin embargo, sí hubo un factor que desencadenó un verdadero estrago entre la población indígena: las enfermedades importadas (sobre todo la viruela y la papera). El contagio de estas enfermedades, produjo un altísimo descenso en la población. Más el daño resultó recíproco, ya que los españoles importaron desde América enfermedades como la sífilis (conocida, por eso, como el “mal español”) y que, desde 1494, diezmó de forma considerable a la población europea.

    En cuanto al respeto a la cultura y, sobre todo, las lenguas nativas -con las que los españoles debían interrelacionarse y evangelizar- deberíamos concretar una serie de hechos que recogí en un artículo publicado hace unos años. En este sentido, no cabe duda de que uno de los elementos más importantes para el entendimiento y el respeto mutuo de los pueblos, es la Lengua; y, si nos adentramos en este aspecto de la Conquista de América, hallamos datos y estudios de una enorme importancia que vienen a clarificar, aún más, el verdadero papel que tuvieron los españoles y, sobre todo, el grado y tipo de relación que mantuvieron con los pueblos conquistados, así como el fin último que los movía: que no era otro que el de la Evangelización. Prueba de ello, es que fray Andrés de Olmos es considerado el primer gramatólogo de tres lenguas del Nuevo Mundo. Su labor evangelizadora, lo llevó a aprender idiomas muy distintos y a difundir las enseñanzas cristianas entre la población indígena, como lo podemos comprobar en su libro los “Siete sermones principales sobre los siete pecados capitales” (y, en este punto, no olvidemos que el ecijano Xerónimo de Aguilar fue el primer predicador en la lengua nativa del Nuevo Mundo)

    La primera gramática náhuatl escrita en 1531 por los franciscanos, desgraciadamente se encuentra perdida, aunque se preserva la que fue escrita por el citado Andrés de Olmos y publicada en 1547, con el título de “Arte de la lengua mexicana”. Por su parte, Gilberti, otro franciscano, se dedicó a la codificación de la lengua tarasca o purépecha, que se publicó en 1558. Al año siguiente, 1559, publica otra obra, “Vocabulario en lengua de Mechoacán”, y fray Alonso de Molina su “Vocabulario de la lengua castellana y mexicana”, primer repertorio bidireccional entre una lengua indoamericana y la castellana.

    Con respecto al quechua, el primer tratado de Lingüística lo publica el misionero Domingo de Santo Tomás O.P., en 1560, con el título “Grammatica o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú”. Es muy importante observar cómo el autor declara que esta obra fue escrita con dos propósitos: enseñar el quechua a otros misioneros para que lo empleasen en la evangelización del Nuevo Mundo y demostrar que los aborígenes peruanos poseían una “lengua de civilización”, es decir, que puesto que la complejidad de la lengua es comparable a otras lenguas consideradas entonces como cultas (como el latín o el griego), los indígenas tenían la misma capacidad intelectual que los europeos.

    Más, como hemos dicho anteriormente, todas estas obras, tenían un propósito último (claramente planteado por la Reina Isabel de Castilla): la Evangelización, a través de una actuación administrativa que debía pasar por el entendimiento entre nuestros pueblos. De ahí que, tanto la lengua nahuatl como el quechua, fueran reconocidas oficialmente y resultara tan firme la pretensión de la Monarquía de crear otras Españas en las nuevas tierras, tanto jurídica, administrativa como culturalmente.

    Sobre este trato de respeto a lo indígena -y a su lengua- por parte de los españoles, basten estos datos:

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    En 1492, España edita el primer libro de gramática de Lengua Española. En 1560, el primer libro de Gramática de Legua Quechua. En 1571, el primer libro de gramática de Lengua nahuatl.

    Por su parte, en 1573, los alemanes editan su primera Gramática de Lengua alemana y en 1586, Inglaterra edita su primera Gramática de Lengua inglesa…

    Por tanto, los españoles consiguieron que las lenguas quechua y nahuatl, fueran reconocidas oficialmente, adelantándose en sus ediciones a las Gramáticas de Alemania e Inglaterra.

    Paralelamente y, considerando este interés y respeto por lo indígena, no podríamos olvidar a grandes escritores defensores de la cultura prehispánica a través del castellano, como José María Arguedas (gracias al cual rescatamos las letras de las hayllis y harauis quechuas) o Mariano Melgar, con sus canciones yaravíes.

    Si hacemos balance de todos estos antecedentes, comprenderemos por qué los estudios estadísticos más recientes, realizados para toda América sobre los porcentajes de población indígena, mestiza y “europea”, arrojan cifras tan reveladoras como las siguientes:

    Entre indígenas y mestizos, el porcentaje de habitantes en Estados Unidos es de 2’47 %, en Brasil el 16’5 % y en toda Hispanoamérica del 85’21 %

    Población indígena en toda América: 50 millones de individuos, aproximadamente, de los cuales sólo 4.796.917 personas viven en Estados Unidos, Brasil y Canadá, mientras que más de 45 millones, lo hacen en los territorios que pertenecieron a la Corona de Castilla.

    A lamentable la manipulación que, por parte de algunos sectores, se está haciendo de la Historia, hemos de añadirle las timoratas posturas adoptadas por parte de gente obsesionada con no parecer demasiado españolista, por lo que de fascistoide pudieran parecer en el escaparate de la progresía. Es triste el sentimiento excluyente. La animosidad que, contra España, surgió hace siglos en algunos países de Sudamérica, se mantuvo con los años y se sigue sintiendo en muchos sitios. Esa animosidad, paradójicamente fue generada y alimentada por criollos descendientes de españoles y por los propios españoles que, como siempre, nos maltratamos de forma inconcebible. Sin embargo, considero absurdo renunciar a lo que nos une, negar nuestras coincidencias y emborronar voluntariamente la visión clara de una Cultura común integradora.

    Es bueno que los Pueblos trabajen por conservar sus riquezas étnicas y socioculturales, pero no podemos dejar de aprender de los errores de la Historia porque, de otra forma, los repetiremos. Es absurdo vivir -por un rencor estúpido de siglos diferidos- en la discordia constante y excluyente. Pero me sigo reiterando -un año más- en la certeza, sobre las condiciones de este Mundo cada vez más globalizado y más necesitado de esa globalización.

    La Historia no tiene marcha atrás. El Pasado marca la vida de los Pueblos: nos define. Con los errores y los aciertos, nos regala mucho Patrimonio que compartir; y ya no sólo el pasado español en América sino también el pasado catalán o vasco en España, nos legó a todos un montón de cosas buenas.

    Me niego a renunciar a todo esto; y, por eso, creo bueno que celebremos este Día o cualquier otro día que nos sirva de excusa para permanecer en la esperanza de que la Comunidad que integramos está formada por individuos que tienen mucho más en común de lo que algunos pretenden.

    Hoy es el Día de la Hispanidad, de una parte de esta Humanidad, unida por una Cultura, un Idioma y un Patrimonio riquísimo, construido gracias a todas las aportaciones particulares de los muchos Pueblos que lo integran. Yo me quedo con esta certeza, con esta riqueza y con las palabras que, en 1995, escribió el Premio Nobel sudamericano Octavio Paz: “No todo fue horror: sobre las ruinas del mundo precolombino los españoles levantaron una construcción histórica grandiosa que, en sus grandes trazos, todavía está en pie. Unieron a muchos pueblos que hablaban lenguas diferentes, adoraban dioses distintos, guerreaban entre ellos o se desconocían. Los unieron a través de leyes e instituciones jurídicas y políticas pero, sobre todo, por la lengua, la cultura y la religión. Sí las pérdidas fueron enormes, las ganancias han sido inmensas. Para juzgar con equidad la obra de los españoles en México hay que subrayar que sin ellos ―quiero decir: sin la religión católica y la cultura que implantaron en nuestro país― no seríamos lo que somos. Seríamos, probablemente, un conjunto de pueblos divididos por creencias, lenguas y culturas distintas.

    Feliz Día de la Hispanidad.

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