Dicen que hoy Cristo resucita y que la Alegría nace porque vence a la Muerte. No es necesario creer en Jesús para participar de esta Buena Nueva. Todos los hombres que creemos en la Muerte y en la Vida, tendríamos que ser conscientes de la necesidad de darle una oportunidad de resurrección a la agonía lenta de los débiles, de los necesitados, de los explotados; a esa muerte omnipresente que siembra el mundo de cadáveres y de miseria; a esa que ignoramos tantas veces, aunque habite tan cerca nuestra. También a esa otra muerte que nace desde nuestras propias manos, cuando callamos ante las injusticias o no sabemos acoger en ellas a quienes padecen las agonías de los calvarios.
En verdad, no importa tanto la Muerte como nuestra voluntad de hacer posible la Resurrección y nuestra conciencia nítida de que la Alegría que ella trae consigo, debemos hacerla presente en nuestras casas, en nuestra ciudad, en nuestro Mundo. La Resurrección es cosa nuestra y hoy será el primer día de esta Pascua que celebramos los cristianos: el día para renovar nuestro compromiso con el Mensaje de Cristo y su necesaria proyección.
Es triste que muchos políticos, ahora, nos estén intentando negar la posibilidad de cumplir nuestro compromiso; pero, aún así, debemos tener claro que la Resurrección no es cosa de los Estados. Un Estado nunca será capaz de lo que es capaz el corazón de un Hombre; por eso, yo prefiero el Humanismo: la revolución desde el Espíritu individual de cada Hombre (desde su pensamiento, desde su actitud contra la injusticia)
Por eso, creo también que todos –y cada uno- de los hombres, somos responsables de trasladar esta Alegría de la Justicia a los demás; y, sobre todo, los cristianos, porque nosotros conocemos un Mensaje que nos obliga a hacer con los otros, exactamente lo mismo que queremos que ellos hagan con nosotros. Los cristianos tenemos un compromiso individual con los que tienen hambre y sed de Justicia: con los abandonados, los marginados, los enfermos, los desposeídos,… Por eso, aunque a los que no creen en todo lo que decimos que creemos nosotros, se les pueda pedir –como principios básicos de convivencia- comprensión, tolerancia y solidaridad, a los cristianos hay que pedirles mucho más.
A partir de hoy -de esta Resurrección de Cristo- debemos ponernos manos a la obra, no para justificarnos ante nadie, sino para ser consecuentes con lo que decimos que creemos y para llenar de sentido lo que hemos vivido durante estos días: oficios, penitencias, procesiones espectaculares…; tantas oraciones y tanta cera quemada.
¡Ay de quien hoy comience a pensar en el Domingo de Ramos del año que viene y se olvide de que ahora comienza la Resurrección de Cristo y nuestra obligación de trasladársela a los hombres!… porque aquel que lo haga –ciego e ignorante-, habrá renunciado a la Alegría de ser Cristo y, en el Circo del Incienso y de los Azahares, sólo vivirá el escalofrío de un instante, el espejismo de una tortura, la amargura de mucha Muerte… y nada más.