Aunque estemos en estas fechas –umbrales de la Navidad-, me cuesta rescatarme de la actualidad en la que nos desenvolvemos; o quizá me cuesta, precisamente, porque cuando la Navidad me reclama para la tolerancia, el respeto y la buena voluntad; en esta España de nuestros pecados, unos pocos desnortados, mediocres y manipuladores, tratan por todos los medios de dividirnos, tergiversar la realidad con las palabras que nos dicen, encantar a los descontentos y manipular a los ignorantes.
Lo último ha sido la pantomima de esta semana. La manifestación ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, en apoyo a la Presidente del Parlamento catalán, citada por sus actuaciones contra la Constitución.
El presidente de la Generalidad y compañía, aseguran que la reivindicación de los derechos democráticos de los que los apoyan, les permite pasarse por el “folre dels collons” los de todos los demás catalanes, los de todos los demás españoles (vivan o no en Cataluña), la Ley de leyes que nos dimos y que es la base de esta Democracia que, precisamente, nos otorga a todos los mismos derechos y a ellos, su representatividad.
Se escudan –para marear la perdiz- en el hecho de que no es delito opinar sobre la independencia de Cataluña; y, en efecto, el delito implica una “acción” y el pensamiento no deja de ser un fenómeno “pasivo”. Sin embargo, maniobrar desde las Instituciones Políticas y las Administraciones Públicas del Estado (y tanto la Generalidad como el Parlamento de Cataluña, lo son) para atentar –con un voto- contra la Unidad de ese Estado y las normas recogidas en su Constitución, sí que es un hecho premeditado, planificado y ejecutado activamente (porque el hecho de votar lo exige)… y, por tanto, es un delito.
Por todo ello, el esperpento de marcha hasta las puertas del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que pudimos presenciar esta semana, en la que se reivindicaba una dignidad catalanista supuestamente ultrajada, una supuesta violación de los derechos a decidir y una ingerencia de todos los demás partidos españoles en los asuntos catalanes, acabó pareciéndome una pantomima de Belén… o, mejor, de Portal.
En esa visión, se me antojó que en aquel Portal del TSJC, se había refugiado una criatura bienhechora: la Constitución Española. Una criatura que velaba por el respeto, la tolerancia, el diálogo, los derechos y la paz entre todos los españoles de buena voluntad;… pero llegaron los emisarios de Herodes –que temían que la Criatura pudiera desposeerlo de su poder tiránico- y, entre gritos y fulleros mamporros, acallaron las voces de los justos y violaron el derecho de los inocentes.
Más la Historia del Portal en Cataluña, será la que siempre fue: la Criatura saldrá triunfante sobre todos los que la quieren mal y que, al final -a calzón bajado- se convertirán en “caganer”.