Esta semana nos sacudió de nuevo el terrorismo; y otra vez en Francia: en Niza. Ahora fue un ciudadano francés de origen tunecino, pero francés a fin de cuentas. Recordé la visita que giré al Barrio de Saint-Denis en mi primer viaje a la capital francesa y cómo mis amigos galos me advirtieron que era mejor no acercarse mucho por allí: un barrio casi exclusivamente musulmán, habitado desde hacía décadas por los inmigrantes magrebíes de las excolonias
No me fue posible sustraerme tampoco de recordar el Barrio del Príncipe en Ceuta, el de mayor índice de delincuencia en España y donde sobreviven 12.000 musulmanes marginados, con uno de los mayores índices de desempleo juvenil. Un barrio, muy cercano a la frontera de Marruecos, cuyo comercio principal es el tráfico de hachís y donde sólo hace veinte años convivían cristianos y musulmanes a partes iguales, pero donde ya no quedan apenas cristianos. Es también en el Barrio del Príncipe donde se registra el índice de fracaso escolar más alto de toda España.
Existen dos factores comunes y que, machaconamente, se repiten en todas estas zonas marginales: el déficit en el empleo y en la educación. ¿Aún no está claro el diagnóstico?
Medidas de choque contra el desempleo juvenil y la pobreza en estas comunidades; pero, sobre todo, medidas educativas, serían fundamentales para evitar que germinara la semilla del Terrorismo entre los jóvenes de las nuevas generaciones.
Más, en contra de los que muchos piensan, yo creo fundamental que a los musulmanes se les eduque como a musulmanes de verdad y que, aunque –como ciudadanos- les exijamos el cumplimiento de nuestras leyes, también como ciudadanos defendamos y respetemos sus derechos al conocimiento y la práctica de su Fe.
No caigamos en el error de los prejuicios con los que nos educaron a nosotros y que nos indujo siempre a llamar “moros” a todos los musulmanes, sirviéndonos este calificativo –peyorativo-, para meter en el mismo saco a todos los creyentes del Islam… ¡siendo tantos y tan distintos!
Los españoles que reclamamos –con todo nuestro derecho- una Educación que contemple la asignatura de Religión Católica para nuestros hijos, debemos defender el mismo derecho para los musulmanes. Es más, creo que es absolutamente necesario que los niños musulmanes –igual que nuestros hijos- aprendan, por profesores capacitados, las bondades éticas y morales de las enseñanzas del Corán, porque son estas enseñanzas –y, para ellos, ninguna otra- las que podrán servirles en el futuro para la convivencia en paz con los otros hombres. Un adecuado programa educativo (como el que se plantea en la Resolución de 14 de marzo de 2016, de la Dirección General de Evaluación y Cooperación Territorial, sobre la enseñanza de Religión Islámica de la Educación Infantil) podría evitar –en muchísimos menores musulmanes- posteriores manipulaciones extremistas e interpretaciones tergiversadas y, a la larga, seguro que incrementaría en ellos el grado de respeto entre nuestros credos y su integración en la Sociedad que los acoge.
Voto por ello.
