Hace unos días me aclararon que, según el lenguaje jurídico, lo que ha pasado en el Palacio de Peñaflor puede no llamarse “expolio” y, la verdad, yo no sé cómo lo llamarán los que saben más que yo sobre jurisprudencia, pero según la R.A.E., se considera así a “Despojar (a alguien o algo) de forma violenta o ilegal”. Es decir: un expolio es un robo por muy temprano que amanezca.
Pues bien, digo yo que la desaparición de objetos inventariados de nuestro Palacio de Peñaflor, constituye un expolio en toda regla o, si lo quieren llamar de otra forma, un robo indecente a plena luz del día; y digo, también que, como ecijano de adopción desde los veinte días que me parieron, me considero perjudicado en mis derechos sobre la propiedad de esos objetos (que, para eso se los legaron a Écija los Marqueses de Peñaflor) y, por tanto, obligado a denunciarlo y a pedirle a los responsables municipales que gestionan nuestro Patrimonio (léase, concejales), que se dejen de darle vueltas al asunto y se pongan las pilas, encabezando –todos a una- cuantas acciones sean necesarias para la recuperación de este patrimonio (expoliado o robado, me da igual) y, con ella, la determinación de las responsabilidades a que hubiera lugar… Y, la verdad, aunque lo he intentado asimilar, no me vale (me parecería bochornoso) que, en vez de la Administración Pública que le corresponde, tuviera que ser la Sociedad Civil a través de “Amigos de Écija”, “Hispania Nostra” o la Academia “Vélez de Guevara”, quienes tuvieran que tomar la iniciativa, sobre todo teniendo en cuenta la historia de estas inexplicables “desapariciones” (por no llamarlas expolio)
Por testamento, la marquesa viuda de Peñaflor (fallecida sin sucesión en 1958), siguiendo la voluntad de su marido, ordenó la constitución en Écija de la “Fundación de los Exmos. Sres. Marqueses de Peñaflor y de Cortes de Graena”. Su objetivo: el desarrollo de actividades asistenciales y docentes, para lo que determinaba el sostenimiento, en la casa-palacio sita en la calle Emilio Castelar, de una escuela profesional en la cual se enseñara y diera formación “patriótica, social y profesional a varones de clase obrera y artesana, de modo enteramente gratuito”.
El Palacio de los marqueses de Peñaflor y sus bienes muebles pasaron a ser propiedad de la Fundación, pero el Ayuntamiento, consciente de la importancia de este legado, inició un expediente de expropiación forzosa para su adquisición. Expediente que culminó al llegarse a un acuerdo sobre el justiprecio y previa realización de un inventario de los bienes muebles que aún se conservaban en el palacio, parte de los cuales pasaban a ser propiedad municipal. Habiéndose realizado hasta cuatro inventarios diferentes de estos bienes muebles entre los años 1989 y 2011.
En estos inventarios, las piezas se agruparon en lotes, de acuerdo con los criterios adoptados en el primero de ellos, redactado en 1989 y que dio lugar a tres listados o inventarios distintos que denominaron “A”, “B” y “C”.
El Inventario “B” comprende una selección de los bienes contenidos en el Inventario “A”, con un total de 373 lotes a los que se añaden los bienes situados en lallamada “Despensa”. Estos bienes son los que pasaron a ser propiedad municipal y entre ellos se encontraban los que han desaparecido.
El segundo inventario fue realizado en 2002 bajo la dirección del restaurador David Asencio Padilla. Fue después de que el Inventario “B” pasase a propiedad municipal; y, según el mismo, aparece un total de 399 lotes.
En mayo de 2006 se realizó un nuevo inventario.
El último se firmó el 8 de febrero de 2011.
Cuando se cotejan los inventarios, podemos determinar los objetos que desaparecieron o fueros sustraídos del Palacio de Peñaflor… y los datos están claros:
Desde 1989 a 2002, desaparecieron 51 piezas.
Desde 2002 a 2006, 62 piezas.
Desde mayo de 2006 a enero de 2011, 255 piezas.
En conclusión: desde que estos bienes pasaran a ser responsabilidad directa del Ayuntamiento, han desaparecido 317 piezas inventariadas.
Es cierto que muchas de estas piezas no tienen apenas valor (botones, cojines, colchones, escupideras,…), sin embargo hay muchas otras (cuadros, lámparas, panoplias, armas, cornucopias, relojes, candelabros,…) que sí lo poseen, sobre todo teniendo en cuenta que formaron parte de un inmueble B.I.C. y de un legado tan importante para todos los ecijanos.
¿No es suficiente todo esto que sabemos? ¿No es suficiente que el SEPRONA requiriera un informe técnico sobre el asunto, por la aparición de algunos de estos objetos en anticuarios y subastas de Internet?
Creo que, estando las cosas como están en nuestro panorama político autonómico y estatal, nuestro Ayuntamiento (todos los concejales de nuestro Pleno Corporativo, todos los que tienen el deber de gestionar y trabajar por defender y conservar nuestro Patrimonio) debería considerar como una obligación, no sólo legal, sino ética y/o moral, dar el paso y aceptar los servicios que en el programa de la REBOTICA DEL COJUELO, ofreció el abogado ecijano y ecijanista, Fernando Osuna Gómez, un profesional de enorme talla, reconocido en todos los ámbitos jurídicos nacionales, y que se ofreció generosamente a Écija -a todos nosotros-, para hacer justicia, depurar responsabilidades y recuperar lo que es nuestro.
Esperemos que ahora los grupos municipales sepan estar a la altura y responder a este compromiso que tienen con todos los ciudadanos. Tendrán que dar el primer paso lo antes posible y hacerlo todos a una. Los 21 concejales de la Corporación, de forma concensuada. Así demostrarán que hay cosas que merecen la pena ponerlas por encima de otros intereses y que, pase lo que pase en las elecciones del próximo mayo y sea quien sea el que deba gobernarnos, este asunto de consenso seguirá adelante.
En este próximo Pleno toca, pues, confiar en la razón de nuestros munícipes, en el sentido de sus responsabilidades y en el grado de compromiso que tienen con nuestro Pueblo y su Patrimonio. Yo, que conozco a la mayoría, espero una respuesta unánime.
Ojalá no me equivoque.