Comienzo aclarando que la rabona que le hice la semana pasada a estas Letras Breves, no se debió al olvido ni a la pereza ni al cansancio ni a la desidia, sino al pasmo, al espanto y, si me aprietan, a la prudencia. Sí, a la prudencia, porque consideré que debía aguardar un poco y digerir todo lo que se me vino encima –como de sopetón- durante las jornadas sufridas en nuestro Parlamento Nacional, con motivo del debate y la elección del Presidente Rajoy.
Ana María Oramas -la portavoz de Coalición Canaria- sintetizó mi espanto en su breve intervención, cuando se quejó de lo difícil que le resultaba trabajar en un Grupo Mixto donde, “más que adversarios políticos, encontraba enemigos políticos”, para rematar la frase afirmando que “nunca había visto gente tan joven, con tanta rabia y tanto odio”;… y, lo peor fue que, durante toda la sesión, esa joven casta se esforzó hasta la saciedad en darle la razón a la canaria, con intervenciones infames, barriobajeras, populistas y denigrantes.
Insisto en una reflexión que me preocupa: La Preguerra (in)Civil, trajo caos, confusión, enfrentamientos. La consecuencia de todo esto, fue una Guerra (in)Civil que trajo sangre, lágrimas, injusticias, odios. Luego llegó la Postguerra con sus purgas, sus exilios, sus venganzas, su pobreza. A todo esto, le siguieron años de escasez, de trabajo duro, de ilusiones prestadas que, mientras más tiempo pasaba, más sólidas las vivíamos. Pasaron más años y, con la Transición, regresaron los que se fueron, la Paz llegó y se necesitaba la reconciliación; era necesario que España –de una vez por todas- fuera de todos los españoles y todos pudiéramos participar en su gobierno.
Con el recuerdo presente de tanta tragedia, de tanto dolor, de tanto vacío, los unos y los otros renunciaron a las venganzas, unieron esfuerzos y le concedieron al perdón y a la generosidad su verdadero protagonismo. Todo esto se desarrolló a lo largo de décadas y se vieron implicados españoles que, calculo, hoy estarán entre los 55 y 120 años.
Mi reflexión me sugiere, inevitablemente, una pregunta: si fueron estas generaciones que vivieron el caos, la confusión, los enfrentamientos, la sangre, las lágrimas, el odio, las injusticias, las purgas, los exilios, las venganzas, la pobreza; si fueron estas generaciones que trabajaron tan duro, edificando ilusiones de futuro para España; si hubo tantos españoles que sufrieron tanto y dieron tanto, para unir esfuerzos y voluntades, renunciando a la venganza y dándole -¡por fin!- una oportunidad al perdón y a la solidaridad, para poder construir un Estado Democrático donde cupiéramos todos;… ¿De dónde carajo han salido estos niñatos friquis cuyo único objetivo se ha convertido en desenterrar el enfrentamiento, el odio y la rabia, que tanto apestan a polilla?
Después me pondrán como un trapo (me importa absolutamente nada), pero se me revuelven las tripas cuando pienso en la deriva de esta gente.