Creo que no hay que cabrearse. También creo que no hay que montar ningún pitote, ni sancionar a nadie por lo que ha pasado. Cuando corremos el riesgo de que nos invada la ira por cualquier cuestión menor, es mucho mejor aplicar la razón.
Así se lo comenté a quien estaba conmigo cuando comenzó la pitada de esta noche en la final de la Copa del Rey, entre el Barcelona y el Atlético de Bilbao. Primero, pitaban al Himno de España en una final de la Copa del Rey de España, que las dos aficiones ansiaban para las vitrinas de sus clubs.
Segundo, los Clubs que llegaron a la final, lo hicieron porque pertenecen a la Federación Española de Fútbol.
Tercero, si están inscritos en esta Federación, es porque –como condición sine qua non– son españoles.
Cuarto, son españoles porque uno es de Bilbao y el otro de Barcelona; y, se pongan como se pongan algunos, Bilbao y Barcelona son dos ciudades tan españolas como Lugo o Almería.
Por tanto, lo único que resultaba ilógico en todo esto, eran los aficionados que se habían gastado un pastón para ver una final tan española y después le negaban su propia razón de ser.
Más, si lo pensamos un poco, más grave resulta aún que, cuando Arturo Más, se queja de que las arcas catalanas están vacías y no pueden ni pagar los gastos de Sanidad o de Educación, con el poco dinero que les queda, sigan subvencionando a una Asociación que –con el único objetivo de dar la tabarra- se gasta un dineral en miles de silbatos… ¡Sí, señor!… a eso se le llama priorizar.
Por eso digo que no hay que cabrearse. Ante espectáculos que monta la gente que sólo piensa y dialoga con el pito, es mejor dejar que ladren…