Viendo en “la 4” el programa “Fuera de Cobertura”, que dirige la periodista Alejandra Andrade y que esta semana dedicó a los jóvenes españoles que viajan al Reino Unido como “au paire”, con la ilusión de mejorar su inglés y poder obtener el B2 (que en España se les exige -por uebos-, si quieren encontrar un trabajo, aunque hayan dedicado su vida a prepararse para cualquier otra cosa que no implique el inglés), acabé indignado como persona, como padre, como ciudadano y como español.
Como persona, porque el programa describe -con pelos y señales- el maltrato al que someten a muchos de estos chavales que optan por esta forma de aprendizaje, para no resultarles gravosos a sus familias. Su propia responsabilidad, la conciencia de sus necesidades, les obligan a tragar carros y carretas, aceptando pagas miserables (menos de 500 euros al mes, por hasta 12 horas diarias de trabajo “vigilado”, durante los siete días de la semana). Un régimen de semiesclavitud, que ni esperaban cuando firmaron sus “contratos”, ni deberían tolerar las autoridades.
Como padre, porque una de mis hijas fue “au paire” en Italia y se espantó tanto como yo –o más aún-, viendo la realidad con la que conviven los jóvenes que ejercen esta labor en el Reino Unido y que tan poco se parece a la experiencia que ella vivió con su familia de acogida en la Umbría y con la que, después de cuatro años, conserva vínculos de amistad.
Como ciudadano, porque he comprobado la indefensión en la que se encuentran nuestros hijos cuando salen de España (al menos, los que se las tienen que ver con la embajada de nuestro país en el Reino Unido)
Como español, porque no comprendo la necesidad de tener que saber inglés para trabajar en España, aunque sea como profesor de francés. Ese “manda uebos” del B-2 de inglés, es una evolución del latín “mandat opus”, con la que se expresa que “la necesidad obliga”;… pero ¿tanta es esa necesidad que, para trabajar en nuestro país, hacemos imprescindible un idioma que no es el nuestro? Pues, lo siento, pero sigo sin entenderlo, porque a mis años, habiendo trabajado toda mi vida y habiendo viajado por toda Europa, nunca necesité el inglés para vivir ni para hacerme entender cuando fue necesario. Pero, además, como decía indignada una de las sufrientes protagonistas: “Me gustaría saber cuántos de los políticos españoles (que me obligan a mí a tenerlo) tienen el B-2 de inglés”.
Siempre he sostenido que el saber no ocupa lugar y, desde luego, el inglés es importante; pero, sinceramente, no creo que lo sea tanto como para hacer que el futuro de nuestros hijos en España, dependa de su grado de conocimiento (ojalá que le exigieran un poco más de español).
Por mi parte, lo prometí: “Teniendo en cuenta que el nuestro es un idioma más hablado que el inglés, yo estoy dispuesto a estudiarlo desde el mismo día que oiga a la Reina de Inglaterra parlotear en español”.