Un ser humano no puede aguantar todo el marrón que estamos soportando, todo lo malo que estamos viviendo. Poco a poco, estamos cayendo en la Depresión Colectiva por culpa de la ineptitud y la ambición de los poderosos y la ilimitada estupidez de los ególatras que, por su posición, deberían servirnos de ejemplo. Rendido a esta evidencia escribí mis últimos artículos, pero esta semana me he propuesto vencer la inercia y romper la dinámica de los mediocres, para levantar la cabeza y sentirme orgulloso de algo de los que nos pasa.
Hace poco leí un texto inteligente en Internet. En él se nos hacía recapacitar sobre los muchos e importantes logros de nuestro país en todas las materias y la magnífica imagen exterior que proyectamos gracias, fundamentalmente, al esfuerzo, a la iniciativa y a la solidaridad de los españoles. Era un texto basado en estadísticas reales y estudios objetivos recogidos por organismos internacionales, que nos colocan a la cabeza de los países occidentales, en cuanto a grado de libertad, de Bienestar, de iniciativas económicas o de Sanidad.
Concluía aquel artículo diciendo que, visto el grado de inoperancia, ineptitud y corrupción de nuestros políticos, si esta realidad era posible, sólo era debido al empeño y al trabajo de los ciudadanos de a pie. La deplorable calidad de nuestros políticos, multiplica por mucho el valor de los logros de los ciudadanos.
Pues bien, esta semana pasada pude disfrutar y aprender de dos de esos ciudadanos -como de a pie-, que no cobran pensiones vitalicias ni tienen posibilidades para el uso de un falcon-de-entreprovincias pero que tanto y tan bien aportan al devenir de nuestra Sociedad. Aportaciones que, por otro lado, no sólo es que no les sean reconocidas debidamente sino que, muchas veces, se encuentran con todo tipo de impedimentos y obstáculos, por parte de los guindillas que infestan los despachos de las Administraciones Públicas,
El miércoles por la noche cené en la “Tertulia de los Luneros” de Marchena que, con tanto acierto, lidera desde hace más de treinta años, mi queridísimo Pepe Zapico. Una cita que, semanalmente, congrega –ahora en “Casa Manolo”- a todos los que nos gusta aprender, disfrutando de un buen condumio y una buena conversación. Esta vez, quien nos regalaba su disertación era Manuel Pérez Fernández, Presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Sevilla y de la Fundación MEHUER (Medicamentos Huérfanos y Enfermedades Raras). Aunque no habíamos coincidido anteriormente, aparte de pertenecer ambos a la recién creada “Asociación de Estudios Ursaonenses” (que, con tanto acierto, ha impulsado mi buen Amigo Juan Manuel Moreno Díaz), comparto con él la sangre de los Fernández que, en Osuna, es sinónimo de raíces entrañables.
Al finalizar el acto hablé con él de la Asociación recién creada, de las enfermedades raras y, llegado a este punto, del Dr. Don Julio Sánchez Román(alma Mater del Servicio de Colagenosis del Hospital “Virgen del Rocío”), que tan providencial resultó para los pacientes de enfermedades raras y que, sin embargo, tan mal tratado fue –y sigue siéndolo- por la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía.
Al día siguiente, la cita fue otro grande: Manuel Martín Martín, mi compañero de Academia, mi hermano en esto de las letras del Espíritu. Considerado uno de los más grandes críticos de Flamenco y galardonado en infinidad de ocasiones por todas las Entidades e Instituciones de prestigio de nuestra tierra y de fuera de ella, disertó sobre la Poesía de Miguel Hernández como epitome (conjunción, síntesis) de la voz popular. Manuel nos trajo la Voz del poeta en una grabación de 1937 y, con ella, la de muchos grandes del flamenco, interpretando sus versos (Poveda, Camarón, El Lebrijano, Pasión Vega, Morente,…).
Todos los nombrados forman parte de los ciudadanos a los que nos referíamos antes. Ciudadanos que trabajan, incansables, todos los días –en muy distintas tareas- al servicio de nuestra Sociedad. La mayoría no suele salir en los telediarios y menos en las Telebasuras, pero a mí vinieron esta semana a rescatarme del espanto y el cabreo que me trae y me lleva y me zarandea, por mor de las ocurrencias y las torpezas de tanto pancista relumbrón y de tanto títere inútil.
Se nos hace necesario cambiar las prioridades y darle a cada cual el valor que tiene; cerrar los oídos a tanto mentecato y abrírselos a los que, realmente, tienen algo importante que decirnos; separar el polvo de la paja y quedarnos con los hombres que, verdaderamente, dan frutos, tienden puentes de luces o de palabras y aportan positivismo a nuestra convivencia.
Por lo menos, a mí, se me hace necesario huir –aunque sólo sea de vez en cuando- de esta Depresión Colectiva, tan presente, tan aparentemente inevitable, tan lesiva, tan indignante y tan enquistada.
Gracias a todos ellos y gracias a ustedes –ciudadanos anónimos- que, cada día, se baten el cuero para que nuestra tierra siga funcionando y los españoles sigamos sintiendo el orgullo íntimo de serlo.