Esta mañana temprano, Jesús envió a sus discípulos a por una borriquilla que estaría esperando. Cristo entrará un años más, subido en ella, en nuestro Jerusalén de torres y espadañas. No lo hará sobre un caballo blanco, brioso y espectacular; no acompañado por la trompetería de los coros de ángeles y arcángeles; sino sobre la humilde mansedumbre que representa una pollina. Todos los años igual y todavía no nos hemos enterado.
Haremos como siempre: en cuanto aparezca por el Arco de Santa María, se aplaudirá, se vitoreará, se proclamará el hosanna jubiloso de los bienaventurados. Allí estarán los pobres de espíritu, los que lloran, los que tienen hambre y sed de Justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos y los que –ahora, más que nunca- son señalados y perseguidos por su fe. Ellos bendecirán y alabarán el paso de Jesús en su Borriquita, con la esperanza de que su Mensaje de Amor, de Paz y de Fraternidad, anide -¡por fin!- entre los hombres. Sin embargo, como todos los años, también estarán los otros: los que hacen imposible que esto suceda.
Confundidos entre los humildes, entre los sinceros, entre los mansos, entre los de verdad, estarán –un año más- los otros “seguidores” de Cristo. Los que hacen realmente posible (estos sí que sí), su Pasión y su Muerte de Cruz. Son los que, en cuanto se hayan apagado los vítores, venderán su fe por treinta monedas. Los que mantienen a Jesús maniatado. Los que lo negarán, los que le escupirán, los que lo tratarán con saña, los que clavarán sus clavos y le discutirán sus Resurrección. A éstos, Jesús los conocía y los llamó por sus nombres: escribas y fariseos, hipócritas, los que pagan el diezmo y el óbolo, los que ayunan y dicen que ayunan, los que gustan de los primeros lugares en los templos, los que mercadean con las cosas de Dios y le niegan la Caridad al Hombre. Los mentirosos, los explotadores, los injustos. Los que tienen las llaves y ni entran, ni dejan entrar…
También estarán ellos entre la gente que hoy aclamará a Jesús. Los mismos que mañana lo crucificarán en El Puente y pasado en Santiago y, después, en El Altozano y en la Victoria y en Santa Cruz y en la Merced y en todos los barrios de Écija. También estarán los que el Domingo que viene le negarán su Resurrección y, al día siguiente, comenzarán la cuenta atrás para la próxima Semana Santa y se olvidarán de que, precisamente ese día, es el primero en el que debemos asumir la obligación de llevar la Alegría de la Resurrección de Jesús, a tantos cristos de carne y hueso que padecen tantos calvarios.
Por eso, para muchos creyentes hoy comienza la Pasión de Cristo que culminará con su Resurrección y que supondrá el compromiso firme de seguir sus consignas; mientras que, para otros –muchos de los cuales, estos días ocuparán los mejores lugares y se partirán el pecho entonando el mea culpa– sólo se tratará del circo del incienso y de los azahares.
