Érase una vez unos niños inocentes que a finales del siglo XX y principios del Siglo XXI no pensaban en botellona, móvil, Internet, redes sociales, ni en discotecas; su única diversión consistía en algo más sencillo.
Los sábados quedaban por la tarde, daban una vuelta por el Parque Lourdes para posteriormente cenar en el Bocatas del Centro Comercial Las Torres, un menú de Bacon y Queso con patatas y bebida.
Después de la cena, esos niños echaban un vistazo a la cartelera del cine y a las diez estaban dentro disfrutando de una buena peli con palomitas. Cuando terminaban a las once y media aproximadamente, si era verano se tiraban en el césped del Parque San Pablo a la orilla del río y si era invierno para casa, como muy tarde a las doce y media.
Si esos jóvenes no podían salir el sábado no había problema, inmediatamente organizaban un Domingo Matinal. Asistían al cine a las once y media de la mañana por solo 300 ptas, después almorzaban unas buenas hamburguesas en Ecilandia del mismo Centro Comercial y pasaban la tarde jugando al futbolín.
Blade, El Sexto Sentido, American Pie, Austin Powers, Gladiator, El Señor de los Anillos, Scary Movie, Shrek, Torrente, Pequeños Guerreros, Jurassic Park, Destino Final, Scream, Los Otros, Saw…
Eran otros tiempos, cada tarde, cuando jugábamos en la calle al toque o a un partido regañao, nuestra vecina salía por la ventana para echarnos y teníamos que saltar las vallas de los colegios para seguir con el partido.
Recuerdo las mañanas de Reyes, cuando abríamos nuestros regalos y salíamos a la calle para disfrutar de los juguetes con nuestros padres. En cambio, hoy en día, el regalo estrella para los pequeños es una tablet o un Smartphone, y nada de tarjeta prepago con recargas de cinco euros al mes, ahora un buen contrato con infinitos megas de Internet.
Eran otros tiempos, los niños y niñas de ahora no sabrán lo que se siente tras la pérdida de tu mascota tamagotchi. También disfrutábamos de videoconsolas, qué podemos decir de la Master System con Sonic, Nintendo 64 con Mario Bros, o la magnífica Playstation, todo niño quería una para Reyes, y aunque nuestros padres recorrieron toda la provincia como Arnold Schwarzenegger en la película “Un padre en apuros”, muchos nos quedamos sin ella.
Los tiempos cambian, es evidente. Antes estudiábamos sin Internet y ahora parece que sin él no se puede hacer nada. Quién no recuerda cuando consultábamos la enciclopedia que se hallaba en el salón de nuestra casa y, si no encontrábamos la respuesta teníamos que ir a la biblioteca. Con esto no digo que Internet no sirva para nada, todo lo contrario, ha mejorado el nivel de vida pero hay que saber cómo y para qué utilizarlo, sin llegar a extremos porque las nuevas tecnologías en exceso pueden convertirse en una adicción.
Otro tema importante, ya que hablamos de Internet, son las redes sociales, empezamos con el Messenger, después llegó Tuenti, Facebook y ahora la última moda, Twitter, Whatsapp e Instagram, hasta que se inventen otra.
Las generaciones cambian, las tecnologías avanzan pero tenemos que saber que nuestra niñez, para los que nacimos en los ochenta, fue sana e inocente. Los jóvenes de hoy en día viven demasiado rápido, aceleran su camino por la vida. En otras palabras, los nuevos adolescentes no empiezan con Malibu con piña sino directamente pasan al Ron o al Whisky, no tontean con un SMS ni con toques de llamadas sino que utilizan Whatsapp o Skype.
¿Y en todo esto quién tiene la culpa, los padres, las amistades, los medios de comunicación? Podemos decir que es un cúmulo de cosas ya que no se puede entender cómo es posible dejar a un niño o una niña con dieciséis años hasta las tantas de la noche, por muy sábado y por mucho que los padres de Pablito y Juanito les dejen más tarde; como tampoco se puede entender el poco tacto de los medios de comunicación con el papel tan importante que tienen a la hora de guiar y formar a los jóvenes.
En definitiva, hay que vivir, tenemos que crecer y equivocarnos pero todo a su tiempo, sin prisas, disfrutando de la niñez y de la adolescencia.
“Lo importante de la juventud no es saber cómo conservarla, sino en cómo disfrutarla” (Anónimo)
Alejandro Álvarez