Cuando en apenas unos meses se cumplirán cuarenta años desde que un grupo de ecijanos de la desaparecida Peña Flamenca Ecijana organizasen la que conocemos como “Noche Flamenca Ecijana” la cita ha cumplido -y a lo grande- su trigésimo cuarta edición, dejando en evidencia que el flamenco y Écija mantienen un vínculo muy especial, y que aunque en su relación existan lagunas, el compás siempre vuelve.
La noche comenzó con el sello local que aportó Paco Peña, quien volvió a demostrar que además de ser preciso en el ruedo, también cuida al milímetro su forma de actuar sobre un escenario y sabe lo que el respetable quiere, en este caso martinetes, tangos, bulerías o fandangos.
Tras el ecijano pasaría por el escenario instalado en el Pabellón Cubierto “María del Carmen Ruiz Cano”, Manuel Moneo, que dejó su sello por bulerías y que tendría su continuidad con El Capullo de Jerez, quien también se arrancó por tangos y fandangos.
Con la llegada de la cabeza de cartel la expectación fue máxima. Marina Heredia demostró, sobre, y fuera del escenario el cariño con el que llegaba a Écija; primero con su magistral actuación que hizo las delicias de todo el que allí se dio cita, por su elegancia, calidez y al mismo tiempo sencillez; y después por como un artista de su talla es capaz de implicarse con el público y con citas como la ecijana, la cual estuvo promocionando desde su cuenta de twitter (@marina_heredia), y desde donde se despidió con mensajes como “Gracias a Écija por todo su cariño. Espero que nos veamos de nuevo”.
El broche final llegaría con el baile, el que puso Pepe Torres para despedir una noche en la que Écija se reencontró y recordó con su Noche Flamenca.