Lo que menos se puede esperar de una visita real es que con motivo de la misma no exista un gran recibimiento por parte de la ciudadanía. Esto es precisamente lo que le ocurrió al rey Felipe V cuando llegó a Écija una noche de junio de 1730.
Era el 9 de junio del citado año. Corrían las diez u once de la noche y el Rey de España hacía su entrada en la ciudad acompañado de la reina Isabel Farnesio, el príncipe y los infantes. Para sorpresa de todos en la ciudad reinaba el más absoluto de los silencio “ni hablaban unas con las otras gentes” como recoge “El crónico ecijano”.
El motivo de este recibimiento al rey Felipe V en Écija, se encuentra poco antes de la llegada del monarca a la ciudad. Todo estaba preparado: luminarias, fuegos, tiros, colgaduras y otras intervenciones, pero todo quedó en prevención por un pregón que se pronunció dos horas antes en el qué se declararía traidor al rey, recibiría doscientos azotes y sería condenado a diez años de galeras, para aquel o aquellos que disparasen tiros, hiciesen repicar campanas o pronunciasen vivas con motivo de la presencia del rey en la ciudad.
El pueblo interpretó que este era el deseo del monarca y la bienvenida prevista no se llevó a cabo, aunque poco después se supo que todo fue un complot “el pregón lo mandó echar un traidor que nunca faltan estos bienhechores”.
El acatamiento del pueblo a lo que en principio creían que era el deseo del rey -o por miedo-, tuvo como recompensa el agradecimiento del monarca que envió con una posta desde Palma, donde se encontraba cuando se enteró de los sucedido y de los preparativos que se habían hecho para su recibimiento.
Felipe V
El rey Felipe V fue quien otorgó a la ciudad en 1710 el título de «Constante, leal y fidelísima», algo que pudo comprobar años más tarde que no se equivocaba.
*Fuentes consultadas
Libro – El Cronicón Ecijano – Ramón Freire Gálvez
Artículos de la serie histórica:
Carlos I y V de Alemania – 1526
Isabel I de Castilla “La Católica” – 1487-1490