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    Teleclub: Promotor de la cultura en Écija en tiempos difíciles

    A comienzos de la década de los sesenta del pasado siglo, un grupo de jóvenes ecijanos con inquietudes, consiguieron crear en la ciudad un centro cultural desde donde organizar exposiciones, cinefórum, concursos o los denominados “bailes dominicales” por donde pasaron gran cantidad de artistas y grupos locales, se trataba del Teleclub de Écija.

    La Asociación Amigos de Écija, que tiene su germen entre alguno de los miembros del Teleclub, ha organizado una exposición antológica concebida como un recorrido por la historia de este centro cultural a través de fotografías, carteles y artículos de prensa de las hemerotecas de ABC, Diario Suroeste y El Correo de Andalucía.

    Paralelamente a la exposición, que permanecerá instalada hasta el 29 de enero en el Palacio de Benamejí, se ha organizado una jornada de encuentro y convivencia de socios y amigos en el antiguo patio del Teleclub, un acto que se ha desarrollado este sábado.

    El Teleclub de Écija nació en 1962 auspiciado por el Ministerio de Información y Turismo de la época, que lo registró en la Red Nacional con el número 3322. El Teleclub se convirtió en poco tiempo, y con el esfuerzo de sus socios referente cultural de la ciudad en tiempos difíciles como los de las décadas de los sesenta y setenta. Su actividad se desarrolló hasta pasada la mitad de la década de los setenta.

    «Teleclub de Écija» por Juan Méndez Varo, socio fundador

    Teleclub: Promotor de la cultura en Écija en tiempos difícilesAllá por los años sesenta del siglo XX, un grupo de jóvenes ecijanos acordó agruparse en torno a un centro cultural donde poder dar rienda suelta a sus inquietudes. Una de las alternativas, por aquellos tiempos, eran los teleclubs que, auspiciados por el Ministerio de Información y Turismo, poblaron el territorio nacional. Fue tal el éxito de estos centros culturales que el vecino pueblo de Cañada Rosal incluso tiene una calle con el rótulo Teleclub, testimoniando así su gran labor.

    El primer objetivo de aquel grupo de jóvenes fue contar con un local y lo lograron gracias a las gestiones llevadas a cabo por el párroco de Santa Maria don Esteban Santos Peña. Se trataba de unas dependencias contiguas nada menos que a un templo parroquial, a las antiguas instalaciones de Falange Española y al edificio del Juzgado de Primera Instancia. No importó que el inmueble estuviera en estado ruinoso o que careciera de corriente eléctrica y de agua. Todo era cuestión de ilusión y de trabajo altruista; lo demás ya llegaría. Cuando los jóvenes finalizaban sus estudios o sus respectivas tareas laborales se constituían en un perfecto equipo de trabajo, capaces de transformar las ruinas del edificio en un centro cultural. Se consiguió del Ministerio de Información y Turismo el reconocimiento oficial del Teleclub y también recibieron un televisor en blanco y negro y una biblioteca básica, cuya entrega se efectuó en un acto celebrado en un edificio de la Plaza del Duque, en Sevilla.

    El Teleclub de Écija comenzó su andadura en 1962, como recuerda uno de sus presidentes, Rafael Armenta, en “una sala de diez metros cuadrados, con un cajón de cerveza que servía de mesa y unos ladrillos de improvisadas sillas, pero en torno a los cuales estaban las ilusiones y proyectos de un puñado de jóvenes”. En la puerta de dicha sala, un letrero escrito en un trozo de cartón rezaba <<TELECLUB DE ÉCIJA, inscrito en la Red Nacional con el número 3322>>. Se designó la figura del monitor, que recayó en el joven coadjutor de San Gil, Antonio Pérez Daza. Durante su gestión, tuvieron un indudable éxito los cinefórums. Las películas se proyectaban en el fresco y agradable patio del Teleclub, con un proyector marca Marín, con películas que suministraba la distribuidoras San Pablo Film de Sevilla. Los debates y conclusiones que allí surgieron fueron muy interesantes.

    El centro cultural llegó a tener su propio medio escrito DRAGO, órgano informativo del Teleclub de Écija, que se editaba como espacio abierto para el diálogo y que se imprimía mediante una multicopista en el archivo de la Iglesia de San Juan. También contó con un grupo de teatro propio llamado Jarapo y con una escrita por uno de sus miembros, “El Perro del Hortelano”, relato directo, sencillo, interesante y popular. Los Jóvenes actores del club, que actuaban con espontaneidad y sencillez, cosecharon un gran éxito no solo en Écija, sino en otras poblaciones. Tener un medio escrito y un grupo de teatro no era fácil, dados los tiempos que corrían. Baste decir que había que comunicar a la guardia municipal la convocatoria de asambleas y reuniones, y que era preceptiva la entrega de un ejemplar de los folletos publicitarios en el puesto de guardia de los municipales, aunque estuvieran destinados a la difusión cultural. Además, había que conservar un ejemplar sellado en la secretaría del Teleclub.

    Famosos fueron los bailes dominicales con conjuntos en vivo. Para su mejor desarrollo, la Junta Directiva distribuía, por riguroso orden, los puestos de responsabilidad: controlo de entradas y teclado de cambio de luces para el conjunto (nada de últimas tecnologías: una simple tabla con pulsadores de timbres manuales servía para los cambios de luces y nada fácil, pues se dormían los dedos del encargado y había que reemplazarlo). Sólo uno de los cometidos no se sometía al reparto de responsabilidades entre los socios y recaía siempre sobre Antonio León. Su misión consistía en ir al Molino Batanejo con un carrillo de la Churreta y recoger las barras de hielo para abastecer la nevera del pequeño bar. Aquellos tiempos de carencia se sobrellevaban gracias a la imaginación. No había dinero para comprar Coca-Cola, se rellanaba una botella con agua y citrato, se batía y batía… ¡y ahí surgía el refresco: la chispa de la vida!. El aguardiente, que era otra bebida popular por aquellas fechas, se suplía con agua y bolitas de anís. En algunas ocasiones extraordinarias se pasaba el pañuelo para reunir algunas pesetas y comprar el vermú Martín, que, junto con sifones de Pablito Riego, daban como resultado la fiesta de la locura.

    Teleclub: Promotor de la cultura en Écija en tiempos difícilesEntre los grupos musicales ecijanos que surgieron por aquel entonces y que actuaron en el Teleclub destacaron Dakota, integrado por Antonio Chía (punteo), Jesús Chía Rodríguez (vocalista y guitarra rítmica), Antonio Sogel del Cid (batería) y Juan Martín Navarrete (bajo). Este grupo gozó de gran aceptación por parte de la juventud ecijana, Scouting, formado por Emilio Martín Guisado, Eduardo Hidalgo Romero, José Fuentes, Manolo Vargas y José Carmona. Estos grupos tanto como Los Piratas y Los Trampas, y los conjuntos de sevillanas Los Astigitanos y Los Del Valle, animaron las noches del Teleclub.

    De indudable interés fueron las exposiciones de artistas locales entre ellas, una de Rosario Novales, los concursos de fotografías, conferencias, mesas redondas, concursos de sevillanas, equipo de fútbol, carrozas de reyes, etc. Las inquietudes de aquellos jóvenes los llevaron incluso a presentar denuncias ante el Ayuntamiento de la localidad por diferentes acciones contra el patrimonio artístico. Entre ellas cabe, citar el derribo de la espadaña del Convento de la Encarnación conocido como Monjas Blancas, de propiedad municipal La queja ante esta acción dio lugar a que una parte muy concreta de la población viera al Teleclub como un nido de rojos. ¡Cómo se permitía que un grupo de jóvenes se presentara en la alcaldía para denunciar que el propio Ayuntamiento estaba derribando una espadaña!.

    El tiempo fue transcurriendo y el Teleclub ganando prestigio y la simpatía, en primer lugar, de los ciudadanos y, posteriormente, de las autoridades locales. Estas últimas avalaron con su presencia los actos que se organizaban. Por fin se reconocía el meritorio trabajo de estos jóvenes comprometidos con sus ciudad. Entre ellos, hoy algunos abuelos, se encuentran: Antonio León, José A. Monzón, Antonio Cuevas, Manuel Laguna, Rafael Grande, Rafael Armenta, Juan Méndez, Julio Nieto, Luis Castelo, José M. González, Manolo Laguna y Enrique Chincoa. No se puede olvidar la Gran labor realizada por su monitor, el sacerdote Antonio Pérez Daza. Con el devenir de los años se incorporaron otras personas, como José Zapico, Paco Serrano, Jesús Dugo o Loli Rodríguez, que también impulsaron el centro cultural.

    En definitiva, el Teleclub polarizó, durante los años sesenta y parte de los setenta del siglo XX, gran parte de la actividad cultural no oficial organizada en Écija. Con la llegada de la democracia, no obstante, cerró sus puertas. Algunos de sus miembros se integraron en la política activa y formaron parte del primer Ayuntamiento Constitucional; otras derivaron hacia la gestión de cooperativas o actividades diversas. También están aquellos que siguieron fieles a la idea de constituir una asociación independiente que se ocupara de mantener viva la cultura en la ciudad. De este último núcleo de jóvenes nacería, en 1979, la Asociación de Amigos de la Ciudad de Écija.

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    Artículo publicado en la revista “Écija en Feria” de 2013.

    Antes y después

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