– ¿Que tiene la zarzamora que a todas horas llora que llora por los rincones…
– Ella que siempre reía y presumía de que partía los corazones? Rematé en un arrebato de artista que nunca he tenido.
Ahí estaba un día más mi vecina del quinto montada en su estática, dando a las piernas, con su pantalón de felpa naranja -que hacía siglos que no veía- y unos cascos de color verde, que te quiero verde, de los elegidos para no pasar desapercibida.
-¿Que vecina ejercitando el corazón? Le pregunté sin ánimo de entablar una larga conversación.
-No me hable de corazón que el corazón tiene muchas veces razones que la razón no entiende, que nos da sus sustos y en lo mejores de los casos avisos que como campanadas de alerta suenan en nuestro mundo interior y hace que reaccionemos ipso facto. Vamos como cuando era pequeña que las campanas además de buenas y nuevas noticias también nos alertaba de riadas o fuegos. Eran el corazón de un pueblo que hoy apenas reconoce el tañido ni siquiera de los cuartos. En fin espero que lo haya entendido, sino pregunte a los que el corazón tienen como un campanario al que acercan su oído para preguntar cómo le va. Dijo sin respirar en tan sólo unos segundos.
Oiga y razón tenía. Cierto es que en este afán que tenemos por ejercitar el cuerpo he entrado en un estado preparatorio que me lleva cada día a recorrer Écija y andar y andar no sé cuántos kilómetros que terminan con unas agujetas de órdago, porque claro yo me lo tomo todo muy en serio, es decir si salgo a andar, yo ando, no paseo ni camino y de vez en cuando se acelera el paso e incluso me da por correr.
– ¿Agujeta? El único que conozco es el de Jerez que canta gitano y flamenco. Seguiriyas, soleá o fandangos de tierras gaditanas. Escuche…
“Tú tienes que llevar una cruz
como si el gran poder fuera
tú no sabías inocente que yo valgo más que tú
anda y por qué no se lo preguntas tú a la gente”.
-Disculpe vecina, pero me refiero a las agujetas que sufre mí humano cuerpo.
-Ande mujer lo que usted tiene no son agujetas, lo que tiene son “perrillos”.
No contesté a tal afirmación ya que pensé que ahora lo que me dolían eran los chihuahuas, los pekineses y los terrier.
A mi libre albedrío sonó a puro Manolo García lo de “Caminaré, que el camino cunde tanto que en cien vidas no lo gastaré” por la simple razón de que vivimos en un impasse de estar en buena forma -correr maratones, rutas y nocturnas-. Pero si es cierto que nos hemos apuntado al estar bien por dentro y por fuera y eso es bueno para la mente y el corazón.
En éstos mis primeros días de aficionada al “running” he visto tal cantidad de personas de todas las edades practicando footing, corriendo o simplemente andando que no ha dejado de sorprenderme .El éxito se halla en que se puede practicar a cualquier hora del día, sin estar sujeto a ningún horario y en la simpleza de calzarse unas deportivas y salir a la calle. Pues en ese nuevo proyecto en el que ando metida pensé un momento que no podía haber tanto colesterol en mi tierra así que me dio por no pensar y en su defecto por mirar hacia todos lados en un intento de olvidar mis doloridos “pinreles”, entonces descubrí como unas ocho o nueve bicicletas estáticas en otros tantos balcones. Lo curioso es que no tenían anuncio de estar en venta sólo las observé pensando que sus dueños las habían entregado a la soledad de un balcón, las habían sacado a tomar el sol en estos días crudos que padecemos o que por contra se habían unido a la ruta de la zapatilla echándose a la vía y andar y andar; o por el contrario sólo las habían sacado al balcón para no verla o por no saber dónde ponerla que era otra opción.
Entonces se cruzó ante mis ojos la torre de la Victoria y pensé que por “San Blas las cigüeñas verás” y ahora también las estáticas que regresan para prepararnos de cara a un verano que llegará tras la primavera, trompetera, ya a la vuelta de la esquina.
-Pues tiene razón yo he empezado hoy mismo con la operación del “maxi biquini”, que no me pongo ningún año. Ahora le aconsejo que se lo tome con paciencia, que avance progresivamente, que controle su peso, los músculos, la pisada, la prevención de lesiones, buenas zapatillas…
– Ainssss, me duele todo, Señora experta. Me quejé al sentarme al sol.
-Pero cuanto tiempo lleva con el “running”?
-Sólo dos días…
-Ya le queda. Me señaló y desapareció sin decir nada.
Hoy me marcho y no se siquiera si marcharme porque no tengo ánimo ni para dar al sensible teclado del ordenador. Me duelen hasta las uñas… (¡Que dolor más extraño!).Lo que tengo claro es que ni el santo daría con el remedio.
-¿San Blas? No, pero yo sí. Tome un cubo de agua con mucho azúcar para sus agujetas. Dijo con un retintín que desconocía en la del quinto. Y se volvió a subir en su bicicleta cantando…“¡Oh, chihuahua! ¿Qué puede hacer que te muevas?, Chihuahua ¿Qué te puede hacer bailar? Aaaaaaaah Chihuahua!”
Hala, adiós, con un ladrido de banda sonora me marcho (I´m a chihuaua). Por cierto, hoy más que nunca tengo claro que las bicicletas -como el biquini- son para el verano y que la rancia felpa ya ni para el invierno.
Besos.
María del Valle Pardal-Castilla