-… en mi pecho yo llevo una flor, no te importe el color que ella tenga, porque al fin tú eres madre una flor…Cantaba aquella añeja canción de Machín, la primera mañana de mayo mi querida del quinto entre olor a lavanda y té.
-Buen día. ¿Qué tal el mundo hoy querida? Le dije desde el otro lado del muro que separa nuestras íntimas vidas.
-El mundo genial, ya en mayo; sigue su curso la vida, el tiempo, la primavera…Dijo cortando un ramillete de pequeñas flores por las que no me interesé.
– “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”…
-Bonito, verso.
– De Pablo Neruda. Señalé.
-Mayo de primavera, de cruces, de pregones, exaltaciones, de pequeños pasitos que pequeños costaleros llevan, del día de mi madre…
Y tenía razón la del quinto con mayo llega, no sé si tienen esa sensación, una explosión de un “todo” vivido que se renueva. Si es cierto que es el mes de las flores, de las cruces, de María… de María mí madre.
Nuestras madres. Mi madre es la sufridora, la que vive la vida conmigo, la que en los golpes y tropiezos siempre está, la que con sufrimiento me enseñó las lecciones de la vida; con su calma, con su necesidad siempre de ser besada y abrazada, la que humilde, noble y sencilla siempre espera. Mi madre, nuestras madres, las que hoy llegan a este texto sin haberlo pensado, las que nos ayudan a caminar, las que nos guían por el rumbo de los días, las que nos enseñan los colores, nos abrigan en los sueños; por la que los años pasa y nosotros la acompañamos sin darnos cuenta, la que nos dejó nadar en su ser para darnos la luz, la que nuestros olvidos nunca medirá, en este pasado y presente de palabras Ella estuvo , Ella está y Ella Siempre estará.
La mujer tenemos esa pequeña o gran ventaja sobre los hombres porque realmente sabemos a ciencia cierta lo que una madre nos quiere. Esa sensación llega en el momento en el que nos convertimos en Ella. O al menos así lo sentí yo, hasta que no fui madre no alcancé a saber lo que mi madre a mi me quería (lo he escrito en alguna ocasión pero me encanta).
Por eso hoy sin querer quererlo he de decirles que la quiero como ustedes quieren a la suya en la tierra como en los cielos. Que nuestros recuerdos siempre van ligados a nuestras madres, las que día a día están y a las que un día ya no lo estuvieron. Dijo el poeta Paul Géraldy que “llegará un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza”, pues así es y serán con las más grandes como fieles de una memoria vivida.
-Cuánta razón vecina ahora que ya no la tengo quisiera que supiera cuánto me acuerdo de Ella. Pero tengo millones de besos, sonrisas, olores, imágenes que hacen que esté conmigo. Dijo feliz.
-La veo muy guapa. ¿Va de farándula? Le dije
-Voy de patios, de cruces. Esperando a Don Juan vivo, está en una sesión con su técnico en jardinería capilar.
-¿Con el técnico en jardinería capilar? Jajajaja, ¡eso es arte! Pues que usted lo pase bien y Don Juan también.
Hoy me marcho con ese sabor que da el mes de mayo, con esa alegría contenida de saber lo que una posee y el valor que tiene. Me voy a tomar un té negro con canela, por ahí dicen que su elevado contenido en teína alivia la fatiga y el dolor de cabeza cuando es por cansancio y de cansancio y cansinos les aseguro que sé un rato (jijijijjijji).
A mí madre y a las vuestras quiero dedicar este verso de Gabriela Mistral- a ver sí el Maestro Francisco José Fernández-Pro Ledesma, me enseña de una vez a escribir los versos más bonitos del mundo y pueda hacer públicos los míos, ¡¡¡que ya me vale!!!- dedicado a la suya y que escribió de esta manera en el poema”Caricias”:
«Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más.
Como el agua en los cristales,
caen mis besos en tu faz…
Te he besado tanto, tanto
que de mi cubierta estas
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…»
Feliz día Mamá. Tú, mi mejor maestra.
Besos
María del Valle Pardal-Castilla