Sin darnos cuenta el tiempo camina y desde que os dije “hasta luego” han pasado ya unos meses. Es hora de reiniciar nuestros diálogos de solárium y retomar el paso de la vida como algo común a nuestro día a día.
Aquella mañana de reencuentro, de un ya frío mes de noviembre, me sobresaltó la muerte de un pequeño que luchando por la vida se había aferrado a su blanca sábana de su blanca cuna. Luchó hasta que sus pequeñas fuerzas ya no pudieron más…
-¡Querida vecina del quinto! ¡Bienvenida!. Su cambio de aires le ha sentado divinamente. Señalé en un efusivo abrazo.
-Pues sí para que negarlo. Dijo señalando desde sus zapatos a su pelo. La vida es así amiga unos venimos y otros se van y algunos desgraciadamente antes de tiempo. ¡Como es la vida!
Muy cierto a veces en este impar de tiempo, de subsistencia, que se nos ha regalado no damos importancia a lo que nos rodea, a lo que el propio lapso hace común a los mortales y nos sobresalta cuando situaciones de muerte nos despiertan entre lamentos de propios y extraños. Paris, Malí, y los desconocidos… los comunes y sin nombre que en su lucha contra la fiereza de la expiración se aferran al pequeño hálito de vida que surca sus debilitados cuerpos. Y sobre todo nos asimos a la Esperanza, esa esperanza de que lo que esté pasando a nuestro alrededor no sea algo nuestro y al rezo de tu Dios o del mío para que sea solo un viaje pasajero a otras dispares fases terrícolas.
-Tengo mucho que contarle…pero veo que hoy el día no está para contar mucho trabalenguas. Matizó mirando sinuosamente al cielo.
-No si estar, está como todos los días. Ha estado mucho tiempo fuera y sus pobres plantas se quejan también del abandono y la desolación. Afirmé.
-No se preocupe le canto dos días seguidos, un poquito de amor, agua y nitrato del bueno y resucitan como cual pasajera primavera.
-¡Miedo me da! Es usted una maravilla, querida…
-Pues le cuento he estado estos meses de descanso sereno, conociendo, investigando…
Y ahí empezó la odisea de unas largas jornadas que comenzaban con la bruma del amanecer y terminaban con las estrellas de las noches ya muy pasadas, de un verano conurbano al humoso castañar invernal, que se le había antojado más que diablesco y que como no podía ser menos ella me contó con pelos y señales. Tres horas después ya estaba con su chorizo de “martinillo” y su buen vino en la mesa así que no pude por más que sacar las carcajadas de siempre, ante el atónito marido de la susodicha del quinto, por cierto había regresado lucidísima. Pensé que la pena por el mundo sería menor. ¡Ilusa de mí!
Y empezó a entonar a lo Cabra Mecánica aquello de: “No me llames iluso porque tenga una ilusión. Quererte como tú quisieras que te quiera sin cambiar de natural, de forma o de color…”
Nos marchamos en este regreso, como llegamos en un hermoso saludo de confraternización hacía todos los que habéis preguntado por MI QUERIDA VECINA DEL QUINTO.
Me acabo de dar cuenta que comienzo a vivir un “Poltergeist”. ¡¡¡Ya están aquíííí….!!!
Adiós Queridos.
María del Valle Pardal-Castilla