-Que de plebiscitos, ahora unos y después otros. Me he levantado con levante así que no me contraríe que no estoy para monsergas, peroratas, o debates de los suyos. Arrasó en dialéctica mi estupenda vecina del quinto.
-Sólo iba a invitarla a una infusión. Pero viéndolas venir me di la vuelta.
-¿Qué le parece a usted Rivera? Dijo repiqueteando sus largas pestañas.
-¿Cómo? ¿Quién? ¿Dónde?
-Me encanta, se ve prometedor.
-Rivera, el único que conozco es el de….
-No.
-El torero, los toreros, Fran y Cayetano (ideal Cayetano, ideal).
-Vaya telita. Deje los toros por un momento. ¡Flamenca!
Enfurruñada estaba mi querida del quinto esa mañana en la que ni yo estaba tan clara, ni tampoco tan espesa, simplemente no acertaba a entender su irreverente desparpajo ni su estiloso garbo. Tendida en su solárium, erre que erre, estuvo dándole vueltas a las actuaciones en el rio y su ribera y rivera, y a Rivera y Ribera sin dejar de arrugar la nariz de enojo, cuando hablaba de algo que no era de su agrado para de momento relajarla de complacencia.
-Ahhh, amiga, a esa ribera y rivera se refería. Le señalé ávidamente y creyendo, simple de mí, que había acertado.
-Vaya por Dios está con tanto incienso aturdida y con nido de golondrinas en el coco. Ande, ande…
-Pues sigo sin aclararme, me tiene tan confundida que esto no hay quien lo deshaga.
-No, el nudo “margarita” lo tiene usted bien hecho. Me dijo
-¿Pero también le da a la cabuyería? Y siguió…
-Los acortamientos constituyen nudos de gran valor. Tal como su nombre sugiere, se utilizan para acortar longitudes de cuerdas o cabos sin necesidad de cortarlos. Una cuerda acortada por medio de nudos puede siempre recuperar su longitud original, y una cuerda sin empalmes será siempre más segura que dos cuerdas unidas por un nudo. Es decir vecina que está hoy muy cortita.
-¿Mande?
¡Madre del Amor Hermoso! que día he elegido yo para discutir con mi vecina de ríos, toros, obras, de Rivera o Ribera y lo cierto es que yo no me aclaro y ella no deja hoy que la ausculte tan límpida como siempre.
-¿Por cierto que lee? Me señaló al libro que tenía apoyado sobre las rodillas.
-“Siloquios, superloquios, soliloquios e interloquios de patafísica” de Alfred Jarry.
…y empezó a sonar su móvil de última generación y tecnología punta y todos sus abalorios y complementos habidos y por haber.
-Déjelo ya me lo cuenta otro día, me llama Alberto, hoy el príncipe no se irá a media noche, sino después del desayuno. Y me guiñó un ojo. Amigo, ¿qué tal?
Y como se pueden imaginar me dejó con la boca abierta y sin poder responderle que era lo que menos me interesaba en ese momento, sino “chafardear” la conversación telefónica que se acababa de producir, aunque solo conseguí oír muy poéticamente entre risas algo que decía:”como las flores en primavera, en la grandiosa fiesta nacional ,está el ciudadano Rivera”.
Y me perdí en el universo de la inconsciencia humana después de una hora de palabrería sencilla y vocablos sonoros para al final encontrarme como en el “Relato de un Naufrago” de García Márquez, en medio del agua y desaparecida a causa de una tormenta, no en el mar Caribe, sino en el quinto cielo. (Lean el libro si no lo han hecho, una verdadera crónica periodística de la desaparición de ocho tripulantes de un destructor de la Marina de Guerra de Colombia en 1955).
Me marcho y hoy no me tomo nada, ya he bebido bastante de mi propia sorna y de mí sumo soma neuronal. Recuerden, ya lo dice un amigo mío, sólo el que la lleva la entiende.
Besos
María del Valle Pardal-Castilla