Señores, muy buenos días:
mi amigo Juan Méndez Varo
me pide que en un minuto,
por no pecar de pesado,
de la bienvenida a ustedes
y les hable de este acto.
Este acto es bien sencillo:
una molletada al canto,
que es como decir en Écija
“desayunar con encanto”.
Puestos a desayunar,
un mollete es como un canto
al cielo del paladar…
y en este suelo ecijano<
no debemos olvidar
que, aunque no nos sepa igual
su migaja con un baño
de aceite de oliva virgen
que untada con esa pringue
de manteca colorá…
el relleno es el apaño
y el mollete es el manjar.
De masa blanda, bien densos,
no nos llamemos a engaño:
no hay molletes como estos
que hoy serán como un regalo
que los hermanos Armesto
en el Casino han dispuesto
con el fin de agasajarnos.
Agradezcámoslo, pues,
como buenos invitados
y, a falta de perro o gato,
no dejemos ni migaja
en el fondo de los platos…
(que dieta que se relaja,
es sólo cuestión de faja
o ajustarnos el refajo)
Disfrutemos la mañana
los que aquí hemos llegado
y hagámosles el favor
al paladar y al buen gusto,
de no caer en disgusto
de una mala digestión,
de un ardor o de algún flato:
porque nada hermana tanto,
ni nada sabe mejor,
que este lujo de sabor
que es un mollete ecijano…
y, además, en sólo un rato,
con el Cojuelo, mejor.
Yo sólo comeré dos
por no parecerles bruto
y por rimar con minuto,
pues ya se pasó el minuto…
¡queden ustedes con Dios!