Viendo el cotarro con el que nos encontramos cada día, sólo me cabe pensar que esto es algo irremediable. El Mundo está dividido en dos clases de seres humanos: los quijotes y los imbéciles.
Por un lado están los que luchan, como el Papa Francisco –incluso predicando en el desierto de países como Birmania, donde apenas es bien recibido- apostando por un diálogo ecuménico, sin más poder que la Palabra; y, por otro, los descerebrados como Putin o como Trump, que usan todo el poder que tienen, para sembrar la discordia en las redes sociales o el enfrentamiento inútil en zonas de conflicto que son verdaderos polvorines.
En España, ni les cuento: por un lado, están los ingenuos y los ilusos; y, por el otro, los arribistas, ladrones, pícaros, comeollas, sátrapas, correveidiles, corruptos, fugados, exiliados, evasores y evadidos… O sea, lo nuestro, es para echarse a llorar directamente.
Cada vez tengo más clara la certeza de que la idea de buscar vida inteligente en otros planetas, es porque en el nuestro ya sólo van quedando despistados de buena voluntad, listillos de ocasión y tontos de antología.