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    Francisco Fernández-Pro: Letras breves… Vaticinios

    Reconozco que muchas veces me parece una putada esto de prever lo que puede pasar. Sobre todo, cuando ocurre algo que debería dolernos. Entonces, renuncio a ese: “¡Mira que te lo dije!… ¡Si ya te lo decía yo!… ¿Cuántas veces te lo advertí?”, porque, en el fondo, considero indecente ese recochineo, que no deja de ser un alarde: un íntimo gesto de mala leche contra alguien que yerra y que, de alguna forma, nos importa.

    Sin embargo, hay ocasiones en las que más aún me duele callarme; en las que me fastidia mucho más tener que tragarme los argumentos que expuse, las advertencias que hice y que, al final, me dieron la razón. Quizás porque tengo el defecto de tomarme demasiado en serio el ejercicio de opinar y no me limito a creerme lo que me dicen los unos y los otros, sino que dedico mi tiempo a documentarme y a reflexionar sobre los asuntos que me importan, para ofrecer una opinión informada (que es aquella que, según les cuadre, me convertirán -sin que a mí me importe un carajo- para los unos en un “rojo” y un “facha” para los otros).

    Todo esto viene a colación por el absurdo y facineroso desembarco que el Gobierno de Sánchez -con Maribel Montero, de ariete en la embestida-, pretenden contra las cuentas de Andalucía, precisamente ahora, que están funcionando con más claridad y clarividencia que nunca.

    Pues bien, el día nueve de junio del año pasado, en el artículo “Consejo de ministras y ministros”, analizando al recién creado Equipo Sánchez escribí, con una cierta esperanza todavía:  “Sin embargo, considero absolutamente negativas la presencia en el Gobierno, tanto de María Jesús Montero, como de Carmen Calvo, dos andaluzas a las cuales tuve la desgracia de seguir en sus trayectorias e, incluso, sufrir personalmente; (…)Esperemos que, por el bien de todos y, tras los primeros tumbos de estos gestos a la galería de los horteras, este grupo –tan de márquetin, tan heterogéneo y tan bien ideado- hagan buenas mis expectativas y acaben por decantar la balanza hacia el lado de lo positivo (aunque sea cuando salga todo lo de los EREs de una puñetera vez y a Carmencita y María Jesús nos las devuelvan “a la caló” del Sur)…”

    Pues si te quiero morena. Después de la debacle electoral en Andalucía, lo de los EREs les ha salido tan mal que, en vez de devolvernos a las susodichas y que paguen por su incompetencia manifiesta, la han tomado con los andaluces y nos las han azuzado con los hocicos hinchados de pura rabia. Alguien dirá que eso no fue lo que vaticiné, pero atentos:

    Justo un mes después del anterior artículo, escribí el titulado “De los ministros y las ministras”, en el que, entre otras cosas, puede leerse: “…, el tiempo es el despertador de los ilusos y también de los que, como yo, procuran hacer un ejercicio de fe hasta con las intenciones de los que se presentan con tan malas pintas; y, al final, he tenido que rendirme a la evidencia de que, en nuestra política, es un ingrato ejercicio de ingenuidad esperar el milagro de la virtud en quien llega como llegaron Pedro Sánchez y su corte: emergiendo desde el fango de los que estaban y gracias a los intereses de todos los demás…

    Todo esto fue escrito hace más de un año. Antes de las nuevas elecciones, de los pactos increíbles, las inverosímiles componendas, el buenismo de los terroristas, las alfombras a los independentistas, las visitas a los penales, las trágalas inevitables y, por supuesto, las sentencias de los EREs y ese horizonte teñido, cada día con más profusión, del blanquinegro entrerrejado de los procesos pendientes.

    En el artículo referido de hace casi dieciocho meses, acababa afirmando: “Decía Quevedo: “Te reciben según te presentas, te despiden según te comportas”. No quise prejuzgar la aparición de lo que parecía un artificioparanosequé, pero -visto lo visto en tan poco tiempo-, me temo que tal como se están comportando los malabaristas de este invento, a la hora de despedirlos vamos a tener que echarlos con agua hirviendo…”

    Pues eso. Lo siento por esta vez, pero tengo que soltarlo… ¡que lo dije, coño!

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