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    Francisco Fernández-Pro: Letras breves… Una conversación de Cuaresma (Recordando…)

    Mi amigo Luis es comunista y ateo o, más bien, antitodo lo que huela a Dios; pero, aún así, es un hombre consecuente y tiene una conversación amenísima. Lo conozco desde hace tiempo y siempre, cuando nos encontramos por las calles, nos paramos a charlar unos minutos.

    Hace años que, conociendo mi militancia andalucista y mi convicción humanista, intenta la confrontación, planteándola como un reto. Por eso, le gusta provocar mi reacción, formulando rotundas y dogmáticas propuestas y afirmaciones. Sin embargo, como ya lo veo venir, intento poner cara de póquer para que no darle el gustazo; y aunque sé que no tiene malas intenciones, ha llegado un momento que busca cualquier excusa para intentar picarme, aunque sólo sea para ver hasta donde me puede.

    Ayer por la mañana, cuando paseaba con “Chico”, camino del Puente Hierro, me lo encontré por Santa Ana. Su entrada fue espectacular:

    – ¡Hola Paco!… ¡Anda que no están contento los curillas!… ¡Ya están de juerga hasta el verano!

    – … ¡y más allá! –respondí yo, sabiendo que, dándole la razón, lo desconcertaba-. Date cuenta de que, debido a la crisis, las hermandades no dejan de trabajar durante todo el año… Y ¡menos mal que lo hacen!… ¡que si no, a ver quién le solucionaba a la gente, tantos problemas puntuales como solucionan las hermandades y Cáritas!

    Luis me miró un poco desconcertado, pero insistió:

    – Pues a mí me parece que esto de la Semana Santa sólo sirve para que disfruten los curillas y hagan su agosto algunos artistas…

    – No sólo los artistas –volví a la carga, intentando replicarle con argumentos y datos-. Imagina lo que mueven más de 23000 cofrades en una ciudad como la nuestra de 42000 habitantes.

    – ¡No son tantos!… Lo que pasa es que hay mucha gente apuntá en toas las hermandades.

    – Ya, pero por la misma regla de tres, hay que reconocer que no sólo son los cofrades los que se mueven en estas fechas: ¿cuántos ecijanos que no son ni creyentes, se movilizan?… ¿O es que tú no vas a ver las procesiones?

    – ¡Es que las tienes que ver sí o sí!… ¡Si te las meten por las narices!

    – ¿Y también te obligan a meterte en el bar y tomarte dos copita más que los demás días?

    – Pero eso es otra cosa…

    – Eso es el ambiente que se crea en estas fechas… y, si te pasa a ti, que aborreces la Semana Santa, imagínate a los que disfrutan con estas cosas.

    – Pero, bueno, no es tanto como parece… –replicó sin mucha convicción.

    – ¿Qué no es tanto?… –lo había visto titubear y ataqué- Pregúntale a los más de cien bares que hay en Écija, y a los comercios y a las peluquerías y a las costureras y a los de la cera y a los restaurantes… La Semana Santa y, desde hace unos años también la Cuaresma, se están convirtiendo en verdaderos motores económicos. En estas fechas, a la gente se le ve por las calles, el dinero se mueve; y si eso siempre es bueno, en estos momentos con lo que estamos pasando, ni te digo;… Y lo siento por ti, pero el que no quiera verlo es porque no quiere.

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    – No, si yo no digo que no haya movida, sino que no hay derecho que nos invadan de esta forma.

    – ¿Invadirnos? –repliqué, enérgico, viendo que ya se tambaleaba-. Yo entiendo que nos invadiría algo que, viniendo de fuera, nos causara algún mal. Pero que yo recuerde, desde que tengo uso de razón, hubo rebotos y pasos y costaleros y palmitos y estrenos de Domingo de Ramos,… Desde hace siglos es así y a cualquiera que le preguntes, te dirá que esto no es de fuera, como el Pato Donald; esto es parte de nosotros, de nuestra Cultura, de nuestro Patrimonio (¿o por qué te crees que nos llaman la Ciudad de las Torres?); y, además, nos aporta beneficios económicos y espirituales, ¿qué más quieres?

    – Eso de beneficios espirituales, para el que crea…

    – Es verdad,… y también para los que dicen que no creen y, después, van con la vela alumbrando delante de La Salud… o detrás, de penitente, con el capillo puesto y la cruz a la espalda.

    – Eso lo único que demuestra es que la gente es como es y que la Religión los convierte en borregos.

    – ¡Hombre Luis!… –se lo tenía que puntualizar por uebo y no me dolía en absoluto- Permíteme no estar de acuerdo contigo: para mí, lo que eso significa es que hay gente que siente como siente y que ha mamao todo esto desde niño; y que esa gente es mayoría; y que, por tanto, los que presumimos de izquierdas (y tú más que yo) deberíamos ser un poquito más consecuentes con el espíritu democrático que predicamos y respetar lo que cada cual quiera pensar y creer, siempre y cuando no atente contra los derechos de los demás.

    Tras mi retahíla, Luis saltó:

    – ¡Hombre, Paco, yo respeto a todo el mundo!

    – Ya lo sé… –no pude evitar una sonrisita triunfal- Es que, como me hablabas de curillas y borregos, creí que estabas poniendo a caldo y descalificando a los que no piensan como tú.

    – ¡Bueno, tú ya sabes que esa es una forma de hablar!…

    – Ya… Eso es lo malo: que por la boca muere el pez – traté de tragarme la sonrisa y tenderle un puente de plata- Por eso creo que son buenas las discusiones como estas, que nos ayudan a razonar y nos obligan, de alguna forma, a ser coherentes con lo que decimos creer y defender. Muchas veces dejamos que la visceralidad se imponga a la buena voluntad que nos guía.

    Luis estaba grogui y yo envalentonado. Él lo notó y, como buen estratega, comenzó la retirada.

    – ¡Joder, Paco!… ¡Hay que ver que empezamos hablando de los santos y acabamos hablando de filosofía!

    – Sí. Casi siempre una cosa lleva a la otra: a fin de cuentas, la religión, como la política y la Ética filosófica, tienen en común la necesidad de compatibilizar la teoría con la praxis…

    En ese momento, Luis puso un gesto tan extraviado, tan compungido, tan indefenso, que me provocó hasta una cierta ternura; pero confieso –un poco avergonzado- que me pudo más la necesidad y el placer de poder responder a sus continuos puyazos. Así que rematé:

    – Por ejemplo, ¿te has dado cuenta cómo en el desarrollo práctico de la teoría, existen diferencias insalvables entre el humanismo y el comunismo o el socialismo?

    Luis hizo un gesto como de encoger el culo y con una sonrisa forzada, me replicó:

    – ¡Ufffff, Paco, tienes unas cosas!… ¡Mira que compará!…

    Me miró, casi suplicante, y yo sentí una profunda simpatía por quien tantas veces se convirtió en mi Alter Ego.

    – Bueno, pues ya lo hablaremos otro día. Sigo con la caminata que, si me descuido, “Chico” se caga en la calle y luego tengo que estar quitando mierda… ¡Que tengas buen día!

    – Buen día… Luis se despidió aliviado y yo reanudé mi marcha. Mi perrillo, “Chico”, empezó a dar carreras y a mover el rabo contento, camino de la ribera del Genil, donde –ya en el campo- siempre sabe hallar un lugar idóneo para sus cagadas.

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