Como nuestro idioma es tan rico y siempre procuro utilizar los términos del vocabulario a medida, por peyorativo, no le llamo tonto a cualquiera. A quien padece un problema de carácter psíquico, lo llamo discapacitado; al que, con sus actos involuntarios, provoca una reacción o un efecto inesperado y adverso, lo llamo despistado y, si me aprietan, malange. Así, el calificativo de tonto, me lo guardo directamente para el imbécil, para al que piensa un daño gratuito y lo hace, para el que llega a provocarlo voluntariamente.
El término “tonto” se ha convertido en un calificativo, tan peyorativo, que más que con la discapacidad, tiene que ver con la actitud; y, si hemos de seguir considerando los quilates del idioma, deberíamos advertir una sustancial diferencia entre las dos clases de tontos más frecuentes: los “tontos peligrosos” y los “tontos del culo”. Mientras estos últimos se caracterizan porque actúan a bote pronto, provocando simples cagadas; los tontos peligrosos, no sólo planifican sus actos, sino que –además-, cuando advierten la deriva, mantienen sus tonterías con mala leche acabando por provocar, no una simple cagada, como en el caso anterior, sino una verdadera marea de forraje.
Tontos del culo, por ejemplo, fueron los que aprovecharon en Barcelona una fiesta como la de La Mercé, para intentar (cada cual por su lado) usar como no se debe las banderitas en las barandillas del balcón municipal, para banderillear a todo el respetable que se había congregado intentando disfrutar del evento. Al final, hicieron el ridículo y banderillearon al estilo Padilla: usando un solo ojete. Pero, a fin de cuentas, estas tonterías se quedan en simples anécdotas.
Peores son las tonterías del tonto peligroso (el que cavila la forma de hacer realidad su tontería, medita la manipulación que debe ejercer y hasta premedita las consecuencias;…y, lo más sangrante, viendo el daño que puede provocar, no sólo no lo evita, sino que lo desea). Tontos peligrosos son, por ejemplo, los que no ven remedio más eficaz para salvar el propio culo que destruir la convivencia, enfrentar a los ciudadanos, dividir a las familias y desnortar a los Pueblos; porque ese tipo de remedio –desmesuradamente incívico-, aunque pueda salvar un culo, puede provocar un daño incalculable.
Fíjense, por ejemplo, en la mala leche que caracteriza una de estas tonterías: si hoy Artur Más se sale con la suya (despistando al personal con la división y el enfrentamiento entre catalanes-catalanes y catalanes y españoles), puede ser que consiga limpiar de viejas porquerías su culito de tonto peligroso, pero habrá provocado una cagada que nos afectará a todos los demás; y creo que, a los que piensan que de esto puede salir alguno bueno para nuestra Sociedad, los confunde el inmenso tufo que despide: me temo que, llegado el caso, una plasta así no podría servirnos ni de abono.