Esto que nos está pasando, si no es cuestión de soberbia, es cosa de embestida, que viene a ser lo más parecido. La cuestión es sostenella y no enmendalla porque, después del varapalo del año pasado, otra vez se vuelve a la carga del 8-M. Menos mal que ahora parece que el PSOE está dispuesto a conducirse por la razón y anteponer la Salud Pública y el Bien General.
Hace un año escribí varios artículos en los que, analizando las recomendaciones que estaban haciendo los organismos y expertos internacionales, primero intentaba prever lo que podía pasar con la celebración de los actos y manifestaciones del 8-M, después critiqué lo que pasó y -más tarde- analicé sus consecuencias (que acabamos lamentando todos).
No obstante, a pesar de las terribles secuelas de aquel despropósito -y, aunque la mayoría de los grupos convocantes de los actos de entonces (incluso los deportivos) se han bajado del burro-, hay gente dura de mollera que vuelve a la embestida con ímpetu renovado de Victorino de casta y vocación de cabra montesa… y, por no decir “lo dije” (que puede quedar feo y pretencioso), recuerdo algunos párrafos de aquellos artículos:
La prudencia me mantuvo en silencio durante mucho tiempo. Teniendo en cuenta la importancia del momento, quería tener datos suficientes para poder manifestarme con cierta objetividad. Hablamos de una pandemia que ha dejado miles de muertos en España y ha traído mucha soledad y mucho dolor a los españoles. No es cosa para tomarla a la ligera. Por eso, en el momento en que todos los informes y estudios objetivos, coincidieron en la importancia que tuvieron en la propagación del coronavirus las decisiones que se tomaron ese 8-M de 2020, me resultó -y me resulta- demencial una huida adelante sin ton ni son, a trompicones, e intentar repetirlo; un gesto de inmensa soberbia o -como diría un Séneca de los de Pemán- “un embestí por embestí”.
Todos sabemos -aunque algunos tengan la necesidad de negarlo y otros el complejo de callarlo- que las manifestaciones del 8-M fueron el fruto de un enfrentamiento, de una cabezonería ideológica, de unos intereses partidistas y particulares, ajenos a los generales de los ciudadanos. Fue un desafío en toda regla, un “así se hace por mis ovarios”, una negación de la prudencia más evidente, un disparate basado en premisas ofuscadas, irresponsables y ciegas de personajes como Cristina Almeida y aquella dogmática y desafortunada afirmación que vomitó sobre la pandemia: “más mata el machismo…” (disparatada equiparación, tanto por el cariz del problema, como por sus consecuencias)
Lo dicho: por antonomasia, dos pecados capitales de los españoles son la soberbia y la ira… y creo que, al final, las manifestaciones del 8-M del año pasado fueron fruto de estas dos taras que, por lo que estamos comprobando en estos días, es un mal que algunos grupos padecen de forma permanentemente irreversible.
Personalmente -y visto lo ocurrido-, lo primero que haría sería cambiar de día (que este ya tiene mala prensa y seguro que acabará dando “yuyu”); y, aunque me encantaría que, para el bien de la Conciencia Colectiva, todos los días del año se convirtieran en una celebración en homenaje a la dignidad de los seres humanos, independientemente de su género, abogo por un Día de la Mujer (y no añado “trabajadora”, porque no he conocido ni una mujer que no lo sea y, por tanto, es algo implícito de su naturaleza), conducido por los actos de solidaridad, de homenaje y de prudencia porque, si después de lo que hemos sufrido y ya conocemos, hay grupos que se atreven a reintentar otro 8-M en casi idénticas circunstancias que el pasado y, potencialmente, con idénticas consecuencias,… a esos grupos sólo puede respondérseles con el juzgado de guardia, aunque los interfectos sean, precisamente, algunos de los que andan inventándose filigranas para cargarse a Montesquieu.