Protesto; y lo lamento porque es un asunto que tiene un montón de flecos de miseria, fáciles de manipular por los miserables.
En muchos de mis artículos me he referido al derecho que todo Hombre tiene de buscar el pan y el de sus hijos donde lo haya. El derecho Universal de la Dignidad del Ser Humano, que debemos defender y respetar. El que tienen tantos subsaharianos a poder vivir con esa dignidad y poder comerse ese pan todos los días. También a la sensación de impotencia que me invade, cuando veo que, para poder hacerlo, tienen que jugarse la vida en el infierno de las aguas o en el salto de una valla.
Muchas veces afirmé que el Mensaje Humanista no permite otra cosa que lo dicho;… y advertí del deber que tienen los que se llaman cristianos, partiéndose el pecho a golpe de culpa declarada, de cumplir -sí o sí- con ese Humanismo que, radicalmente, es Cristo: su necesario Pentecostés, su auténtica Resurrección reclamada por los cristos de carne y hueso.
Sin embargo, hoy, protesto porque siento que todo esto debería ser así, pero impregnado de Justicia. Así lo intuyo, precisamente, porque nací y me formé en una Sociedad –la nuestra- presidida por estos principios que, con lo que está pasando, se nos están yendo al carajo (con perdón)
Los desvirtuamos cuando no somos justos con los que defienden esta Sociedad; cuando despreciamos la Razón para dejamos arrastrar por los complejos de los imbéciles, por las trampas de los estrategas que derivan en el absurdo… y protesto porque, en este absurdo, noto que –a veces- se diluyen hasta los argumentos de mi Humanismo.
¿Cómo puedo defender a la turba violenta, el atentado contra quien nos protege, la indefensión de los que deben defendernos, el llamamiento a la avalancha; esa foto del político –visto y no visto- que nunca antes, cobró el sentido de “instantánea” con más elemento de causa?
El Humanismo ciudadano, la Justicia Cívica, también nos inspira otras bienaventuranzas que no deberíamos olvidar en estos momentos:
Bienaventurados los mansos que no usan de la discordia para sus intereses. Bienaventurados los que lloran de impotencia ante sus agresores. Bienaventurados los pacíficos coherentes, que lo son siempre y en todo lugar. Bienaventurados los perseguidos e insultados, amenazados y rechazados, por cumplir con un deber necesario para el bien de todos.
Pero, aunque todo esto no sirviera, aunque estos principios que he mamado no me dictaran las certezas que defiendo, protestaría igualmente, porque hay cosas que claman al Cielo:
Protesto por este presidente en el que, cada día que pasa, se manifiesta con mayor nitidez la enfermiza necesidad de Poder que condujo y sigue conduciendo sus actos.
Protesto por ese invento, que sólo se le podía ocurrir a la Vicepresidente Calvo Poyato, de la “agenda cultural nocturna del Presidente”, para abusar de sus prerrogativas y pasear a su familia por media España a costa de los españoles. Pero protesto, aún más, porque –cuando llegó el momento- no tomó ese avión presidencial y se plantó ipso facto en la ciudad de Ceuta, para interesarse por el estado de los guardias civiles heridos salvajemente y la alarmante situación que allí se vive.
Está visto: Pedro Sánchez tiene sus prioridades y, a su conciencia, le deberá ser más satisfactorio el mundo alegre de los conciertos, que la amarga realidad de las concertinas.