Independientemente de lo que ya ocurra, este primer día de octubre –junto a aquel 23 F de Tejero- pasará a la historia de la Democracia Española, como el más fatídico para la convivencia. Por tanto, resultaba completamente inevitable que, hoy, estas Letras Breves fueran escritas a modo de reflexión sobre lo que está pasando. Pero ya se ha escrito mucho y se han lanzado demasiadas conjeturas, así que permítanme limitarme a realizar en voz alta algunas preguntas que me hago estos días y para las que no encuentro respuestas adecuadas:
¿Cómo hemos llegado hasta esta fractura social cuando todo se veía venir tan claramente?
¿Por qué se mantiene la celebración de un referéndum que el 61% de la población catalana, considera que no tiene garantías, ni tendrá validez alguna y que lo único que provoca es un clima de crispación permanente?
¿Por qué los gobernantes de la Generalidad han emprendido este camino hacia el precipicio y han implicado a toda la Sociedad catalana en su locura, cuando en las últimas elecciones autonómicas, los partidos independentistas consiguieron 2.334.121 votos de los 5.510.853 inscritos en el censo electoral catalán? ¿Qué pasa con esos 3.176.732 catalanes con derecho a voto que no se manifestaron independentistas?
¿Por qué los españoles realizamos campañas contra los productos catalanes y consideramos la sinrazón de unos cafres como un mal generalizado cuando, precisamente, los que más están sufriendo este problema son los propios catalanes que se sienten españoles y son mayoría?
Si la Ley Orgánica 10/1995 del Código Penal, en su artículo 544, dice que “Son reos de sedición los que (…) se alcen pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes o (…) el cumplimient de las resoluciones administrativas o judiciales”… ¿Por qué se permite al Gobierno catalán que cometa un delito de sedición continuada y no se procede a su detención? ¿Con qué fundamento ético podrá condenar cualquier juez a un delincuente de menor delito?
¿Cómo los Gobiernos de España de los últimos cuarenta años, no se dieron cuenta de que sus continuas concesiones a Cataluña (sobre todo las transferencias de Educación) estaban sirviendo para alimentar un monstruo? ¿Por qué no se atendieron en todo este tiempo las continuas denuncias de Centros, APAs y profesores, sobre la manipulación de la Historia en las aulas y los textos, la imposición de la lengua y la presión a la que se veían sometidos los catalanes que se sentían españoles?.
¿Por qué las fuerzas del Orden Público se limitan a evitar el delito, pero no detiene a los delincuentes que insisten en la voluntad de cometerlos?
¿Por qué, en fin, los que se saltan la Ley de leyes de nuestro Estado de Derecho, animan a desobedecerla y provocan la fractura social de un territorio de España, no están todavía en la cárcel (y -¡cuidadao!– que nadie use la Palabra para manipular a nadie), no como presos políticos, sino como delincuentes que son, aunque sean políticos