Tras el enésimos varapalo que esta gente mediocre -empeñada en regir no sólo nuestros destinos sino nuestro Patrimonio más sagrado- recibe de la R.A.E. de la Lengua, la cual se conduce siempre por la lógica de la razón que gobierna las palabras, he pensado que sería un detalle sacar de las alforjas de lo escrito, uno que concebí hace casi seis años pero que, con la embestida de la mediocridad, liderada en esta ocasión por Carmen Calvo -siempre tan empecinada-, se hace tan vigente que, al final, puede resultar un buen artículo semanal y, desde luego, el mejor homenaje de respeto y admiración que puedo rendirle a nuestra Institución Académica más respetable.
En aquel artículo, que titulaba: “Por amor a las palabras (de la concejala y el concejalo, con perdón….)”, escribía entre otras cosas:
“¡¡Espantoso!! Como siempre, me volvió a sonar espantoso.
“(…) Hoy me tienen que disculpar pero, aunque resulte políticamente incorrecto (cosa que, en realidad, me importa un carajo) me siento en la obligación -como ciudadano, como articulista y como académico- de abordar este tema, porque creo que el daño que se le está haciendo a nuestra lengua con despropósitos tan artificiosos y repetitivos, están afectando seriamente a los ciudadanos y, especialmente, a una juventud a la que deberíamos enseñar correctamente.
“No siento ningún reparo al hacerlo, ni lo tengo al poner en evidencia a todos los cutres que se enganchan a este carro, porque es un daño que están provocando muchos políticos, periodistas y, lo que es peor, incluso profesores que, por motivos exclusivamente ideológicos o por absoluto desconocimiento de su función de servicio en la formación y la información ciudadana, han entrado al trapo de lo que –con este esperpento- pretende ser justo y progre.
“(…) Repasemos: el GÉNERO no es el SEXO. La mesa, tiene género femenino, pero no tiene sexo (si lo tuviera, se casaría con el meso y tendrían mesitos y mesitas…); el lápiz, tiene género masculino, pero no tiene sexo (si lo tuviera, se arrejuntaría con la lápiza y tendrían lapicitos y lapicitas…) Por tanto, el GÉNERO sólo es LA PROPIEDAD DE LOS NOMBRES Y PRONOMBRES que tiene carácter inherente y produce efectos en la concordancia con los determinantes, los adjetivos,… y NO SIEMPRE está relacionado con el sexo biológico ¿Queda claro? Bien; entonces, pasemos a lo siguiente.
“Visto lo anterior, decir “Violencia de género” es incorrecto, ya que la violencia no la ejercen las palabras sino las personas. Lo correcto sería decir “Violencia sexual” o “Violencia doméstica” (aunque ésta –derivada del latín domus, casa- incluiría toda la cometida en el hogar y, por tanto, también la ejercida sobre los niños o los ancianos)
“Por otra parte, uno de los criterios básicos de la Lengua, se refiere a la ECONOMÍA Y SIMPLIFICACIÓN del lenguaje, es decir: LA LENGUA DEBE TRATAR DE PRODUCIR LA MAYOR COMUNICACIÓN CON EL MENOR ESFUERZO y, por eso, existe EL NEUTRO, para evitar el desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en sus dos géneros. Por eso, la R.A.E. no sólo rechaza las reiteraciones innecesarias, sino que califica como “empobrecedor, artificioso y ridículo” el empleo de circunloquios y sustituciones inadecuadas (“concejales y concejalas,”, por “concejales ”)
“Además, en nuestra Gramática existen los PARTICIPIOS ACTIVOS COMO DERIVADOS DE LOS TIEMPOS VERBALES. De esta forma, el participio activo del verbo CANTAR es CANTANTE y el de EXISTIR, EXISTENTE… Pues bien, el del verbo SER, es ENTE, de forma que el ENTE es la persona que TIENE ENTIDAD (el que es…) y, así, cuando queremos nombrar a la persona que hace algo, le añadimos el sufijo “-ENTE”. Por ejemplo, cuando al verbo “presidir”, le sumamos “-ente”, tendremos a la persona que preside: PRESIDENTE (independientemente de su sexo) y, por ello, lo nombraremos como “El Presidente” o “La Presidente”. La mujer que estudia, es “la estudiante”, no “la estudianta”; la que dirige, “la dirigente”, no “la dirigenta”; la que reside, “la residente”, no “la residenta”…
“Igual ocurre con la concordancia de los sufijos de género: –o, -a. Lo correcto es decir “El Concejal” y “La Concejal” (si dijéramos “La Concejala”, deberíamos decir “El Concejalo”), “El Capitán” y “La Capitán” (si dijéramos “La Capitana”, tendríamos que decir “El Capitano”)… y, a la inversa también, para que nadie se pelee: “La Pediatra” y “El Pediatra” (no el pediatro), “La taxista” y “El taxista” (no el taxisto), “La poeta” y “El poeta” (no el poeto)…
“A pesar de todo, resulta curioso cómo todo este mundillo de los “hembristas”1 y los cazavotos está realizando tal presión sobre la propia R.A.E., como para que ya haya considerado la inclusión de algunos de estos términos derivados de claras incorrecciones normativas (el de “Presidenta”, por ejemplo…)
“Estas aberraciones y el riesgo que comportan para nuestra Lengua, fueron denunciadas el mes pasado ante la Real Academia Española, por el Académico Ignacio Bosque en un magnífico informe titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”. Informe que fue suscrito por todos los académicos, numerarios y correspondientes, presentes en su Sesión celebrada el día 1 de marzo (hablamos de 2014).
“En este informe -que analiza las nueve guías más importantes sobre lenguaje no sexista, de las publicadas en los últimos años, por parte de universidades, comunidades autónomas, sindicatos, ayuntamientos y otras instituciones- se advierte que sólo una de ellas ha contado con el estudio de verdaderos especialistas, resultando la menos radical en sus propuestas.
“Ignacio Bosque expone que si estas guías analizan aspectos del léxico, de la morfología y de la sintaxis, cómo es posible que sus autores consideren que las decisiones sobre estas cuestiones se tomen sin la intervención de los profesionales del lenguaje; y se sorprende de que el criterio para decidir sea, exclusivamente, el de la conciencia social de las mujeres y la de los ciudadanos contrarios a la discriminación, llegando a especificar: “Ha trascendido a la prensa recientemente el malestar de los profesores de Lengua Española de la Universidad de Murcia ante la guía de lenguaje no sexista que esta institución elaboró sin contar con su participación o recabar siquiera su parecer…” (sic.)
“Me tienen que perdonar. No pretendo ser pedante ni prepotente, ni dar lecciones que no me piden, pero me duele esta Lengua nuestra que tan vapuleada anda últimamente por los unos y por los otros… y, siempre –por desgracia-, guiados por intereses ajenos a la propia Lengua. Y como yo amo la Palabra, le pido a toda esta gente (sobre todo, a profesores, periodistas y políticos) que ejerzan como verdaderos servidores públicos y que se tomen muy en serio la sagrada tarea de formar a los ciudadanos correctamente, desasnando a tanto semianalfabeto y tanto cutre; aunque, para ello, tengan antes que volver al catón de los Cuadernillos Rubio.”
Pues lo dicho: para seis años después, me ratifico.