Hoy he sentido pavor o, quizás, haya sido una tristeza infinita. Tanta, que la indignación que me ahoga, no la puedo ni traducir en rabia o letras rabiosas: sólo en letras.
Fue por culpa de la casualidad que, a la hora de realizar unas gestiones ante el Organismo de Recaudación Tributaria de la Junta de Andalucía, me topé con tamaña infamia.
En el organismo andaluz de recaudación me informaron que, según la normativa vigente -y como siempre se hace-, se está exigiendo la devolución de las becas indebidamente cobradas por los estudiantes que no cubrieron la mitad de las asignaturas para las que les fueron concedidas. Hasta aquí, todo perfecto, porque me parece lógica y justa esta medida.
El topetazo lo sentí cuando me informaron de que a mucha gente no le está llegando el requerimiento en fase de alegaciones y que, aún así, han habido casos de chavales que estuvieron enfermos, algunos de ellos incluso de cáncer, por lo que tuvieron que dejar sus estudios o suspenderlos durante algún tiempo y cuyos padres se están viendo obligados a devolver la beca que le concedieron hace tres y cuatro años… cuando ya sus hijos, ni siquiera siguen vivos.
¿Comprenden este pavor, esta profunda tristeza? Confieso que algo como esto jamás me lo hubiera creído si no me la dicen en la misma Delegación de la Junta de Andalucía y, aún así, me parece tan increíble, que siento reparos al escribir estas letras por si algún funcionario resentido hubieran abusado de la poca ingenuidad que me queda, pero no puedo hacer otra cosa… ¿En verdad está ocurriendo esto en la Junta de Andalucía?; y, si es así, ¿quién es esta gente que gestiona nuestros intereses? ¿Quiénes son estos socialistas, estos progresistas, estos defensores de los débiles, estos paladines de la Educación y la Salud?
Voy asimilándolo poco a poco -a medida que escribo- y este pavor, esta tristeza infinita, se va difuminando para darle su sitio a la indignación, a la rabia, quizás a lo políticamente incorrecto y, con ello, a la necesidad de denunciar –una vez más- que estamos gobernados por una verdadera pandilla de cretinos hipócritas, algunos de los cuales, en vez de en sus poltronas, deberían estar en la cárcel… aunque no nos tuvieran que devolver el dinero de su manutención.