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    Francisco Fernández-Pro: Letras breves… Palabras para la hispanidad

    Esta semana falleció uno de los grandes conocedores y divulgadores de una parte de nuestra Historia: Joseph Pérez, hispanista francés de origen español, entre otros muchos Premio Príncipe de Asturias y, además, especialista en los comuneros de Castilla y la España del Descubrimiento. Por supuesto, en los medios de “comunicación”, ni media.

    Sin embargo, he pensado que, estando tan próxima la fecha de la Hispanidad, sería bueno dejar constancia de ello y, de paso, volver al ataque contra ese esnobismo soez -por manipulado e ignorante- que nos impele a la autoflagelación permanente con una Historia inventada -la nuestra- que, se quiera admitir o no, es una de las más importantes de la Humanidad y la que tuvo repercusiones más amplias y positivas sobre todo el Mundo Occidental.

    Ya me he referido, en distintas ocasiones, a esta estúpida afición de la progresía más ignorante, deechar mano de una Leyenda Negra que surgió, precisamente, de los informes que la Reina Isabel de Castilla solicitó a Fray Bartolomé de las Casas, nada más poner el pie en el Nuevo Mundo, para evitar los posibles abusos y proteger a los indígenas. Informe que, por supuesto, un cuarto de hora después, los anglosajones aprovecharon para reinventar la historia y dejarnos con las vergüenzas al aire, vapuleados y mal vistos en toda Hispanoamérica y en medio Mundo.  Así fue cómo, el extraordinario papel que España realizó en América, se convirtió en motivo de polémicas absurdas, sin pies ni cabeza y, lo que es peor, sin más datos que los manipulados por los que querían nuestro mal y, en la mayoría de los casos, con el silencio cómplice de nuestras instituciones o el aplauso ignorante de ciertos sectores antitodo.

    Por esto, ya abordé varios de los aspectos que, claramente, desmontan todos estos bulos y hoy -en vísperas de un nuevo 12 de Octubre- no se me ocurre mejor artículo que reincidir en mis alegatos (que no son míos, ni mucho menos, sino de historiadores e investigadores de la talla de Joseph Pérez) para que, posteriormente, cada cual pueda llegar a sus propias conclusiones aunque, a ser posible, algo más informadas.

    En este sentido, no cabe duda de que uno de los elementos más importantes para el entendimiento y el respeto mutuo de los pueblos, es la Lengua; y, aunque pueda resultar algo espinoso el asunto, si nos adentramos en este aspecto de la Conquista de América por los españoles, hallamos datos y estudios de una enorme importancia que vienen a clarificar, aún más, el verdadero papel que tuvieron los conquistadores y, sobre todo, el grado y tipo de relación que mantuvieron con los pueblos conquistados, así como el fin último que los movía: que no era otro que el de la Evangelización.

    Prueba de ello, es que fray Andrés de Olmos es considerado el primer gramatólogo de tres lenguas del Nuevo Mundo. Su labor evangelizadora, lo llevó a aprender idiomas muy distintos y a difundir las enseñanzas cristianas entre la población indígena, como lo podemos comprobar en su libro los “Siete sermones principales sobre los siete pecados capitales” (y, en este punto, no olvidemos que el ecijano Xerónimo de Aguilar fue el primer predicador en la lengua nativa del Nuevo Mundo)

    La primera gramática náhuatl escrita en 1531 por los franciscanos, desgraciadamente se encuentra perdida, aunque se preserva la que fue escrita por Andrés de Olmos y publicada en 1547, con el título de “Arte de la lengua mexicana”. Por su parte, Gilberti, otro franciscano, se dedicó a la codificación de la lengua tarasca o purépecha, que se publicó en 1558. Al año siguiente, 1559, publica otra obra, “Vocabulario en lengua de Mechoacán”, y fray Alonso de Molina su “Vocabulario de la lengua castellana y mexicana”, primer repertorio bidireccional entre una lengua indoamericana y la castellana.

    Con respecto al quechua, el primer tratado de Lingüística lo publica el misionero Domingo de Santo Tomás O.P., en 1560, con el título “Grammatica o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú”. Es muy importante observar cómo el autor declara que esta obra fue escrita con dos propósitos: enseñar el quechua a otros misioneros para que lo empleasen en la evangelización del Nuevo Mundo y demostrar que los aborígenes peruanos poseían una “lengua de civilización”, es decir, que puesto que la complejidad de la lengua es comparable a otras lenguas consideradas entonces como cultas (como el latín o el griego), los indígenas tenían la misma capacidad intelectual que los europeos.

    Más, como hemos dicho anteriormente, todas estas obras, tenían un propósito último (claramente planteado por la Reina Isabel de Castilla): la Evangelización, a través de una actuación administrativa que debía pasar por el entendimiento entre nuestros pueblos. De ahí que, tanto la lengua nahuatl como el quechua, fueran reconocidas oficialmente y resultara tan firme la pretensión de la Monarquía de crear otras Españas en las nuevas tierras, tanto jurídica, administrativa como culturalmente, hasta el punto de llegar a construir a lo largo de Hispanoamérica hasta 30 universidades para españoles, nativos y mestizos (indistintamente)

    Sobre este trato de respeto a lo indígena -y a su lengua- por parte de los españoles, basten estos datos:

    En 1492, España editó el primer libro de gramática de Lengua Española.

    En 1560, el primer libro de Gramática de Legua Quechua.

    En 1571, el primer libro de gramática de Lengua nahuatl.

    En 1573, los alemanes editan su primera Gramática de Lengua alemana

    En 1586, Inglaterra edita su primera Gramática de Lengua inglesa…

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    Por tanto, los españoles consiguieron que las lenguas quechua y nahuatl, fueran reconocidas oficialmente, adelantándose en sus ediciones a las Gramáticas de Alemania e Inglaterra.

    Paralelamente y, considerando este interés y respeto por lo indígena, no podríamos olvidar a grandesescritores defensores de la cultura prehispánica a través del castellano, como José María Arguedas (gracias al cual rescatamos las letras de las hayllis y harauis quechuas) o Mariano Melgar, con sus canciones yaravíes.

    Llegado a este punto, permítanme quedarme -como siempre hago- con las afirmaciones que, en 1995, realizara el mejicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura: “No todo fue horror: sobre las ruinas del mundo precolombino los españoles levantaron una construcción histórica grandiosa que, en sus grandes trazos, todavía está en pie. Unieron a muchos pueblos que hablaban lenguas diferentes, adoraban dioses distintos, guerreaban entre ellos o se desconocían. Los unieron a través de leyes e instituciones jurídicas y políticas pero, sobre todo, por la lengua, la cultura y la religión. Sí las pérdidas fueron enormes, las ganancias han sido inmensas. Para juzgar con equidad la obra de los españoles en México hay que subrayar que sin ellos ―quiero decir: sin la religión católica y la cultura que implantaron en nuestro país― no seríamos lo que somos. Seríamos, probablemente, un conjunto de pueblos divididos por creencias, lenguas y culturas distintas.

    Abandonemos, pues, los complejos y construyamos juntos. Rindamos el homenaje que se merece a lo que fue una gesta de dimensiones inauditas, que cambió el Mundo para siempre y, de paso, procuremos que nuestros hermanos americanos se sientan y nos sientan, realmente, como hermanos.

    Feliz Día de la Hispanidad.

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