Lo siento pero, por mucho que algunos vuelvan a replicar y contrarreplicar mis artículos, me reitero en que me siento absolutamente incapaz de comprender a Pablo Iglesias, este pseudoprofeta del fascismo más cutre y esperpéntico. Es más, por lo que leo y lo que sé, incluso muchos de los suyos también se sienten, algunas veces, incapaces de apoyar las estupideces que mantiene, ante la impotencia de los que creen en los principios de la Democracia y la indignación de los que, realmente, han sufrido el espanto de sus más fanáticos enemigos.
Arnaldo Otegui, colaborador declarado de los asesinos de ETA, fue otro de los que seguramente se sorprendieron cuando, nada más salir desde la cárcel a una inmerecida libertad -ya que no siente el mínimo arrepentimiento por apoyar tanta sangre-, lo primero que se topó fue con el elogio de Pablo Iglesias, que lo calificó de «gran político«, aventurándose a profetizar que «sabrá pedir disculpas cuando sea necesario» y, como guinda a tan tamaña gilipollez, acabó sentenciando que “nadie debería ir a la cárcel por sus ideas”.
Esta visto que Pablo Iglesias, de tanto juntarse con iraníes y venezolanos, no se ha enterado de que esto es España: un Estado en el que, mientras él todavía mamaba de la teta, la Democracia se construía a base de diálogo, de renuncias, de generosidad, de sentido común y hasta respondiendo, con una admirable serenidad, a las continuas provocaciones criminales, que derivaron en una tragedia de casi mil muertos inocentes, asesinados por los amigos de su amigo, el “gran político” Otegui; esos mismos que ahora purgan en la cárcel y él califica como “presos políticos”.
Señor Iglesias, se está usted retratando cuando llama “presos políticos” a los que son, únicamente, unos criminales hijos de puta… y, ahora, que me repliquen.