En uno de mis últimos artículos, escribía sobre los graves errores que se están cometiendo con los cambios emprendidos en los callejeros de las ciudades. Lógicamente, mientras más calles tiene una ciudad, estos errores pueden ser tan abundantes y clamorosos, que sería como para mandar al colegio de primaria a la mayoría de los asesores, tal como demostró -tras su reciente y brillante intervención- Pedro del Corral, concejal del Ayuntamiento de Madrid, que hace unos días se dedicó a darle una soberbia lección de Historia a la señora Carmena, alcaldesa podemita que ha pagado 21.778 euros (el sueldo mensual de veintidós mileuristas) para el estudio de ese callejero que está resultando una pifia y que realiza la Cátedra de la Memoria Histórica de la UCM, que este año –además- ha recibido la máxima subvención que, sin ningún tipo de control, puede conceder a dedo el Ayuntamiento de la Capital. Así que, como soy tan curioso, me quise informar de esta Cátedra infestada de gente a dedo, que recibe tanto dinero y que, por desgracia, hace los trabajos tan mal hechos.
Nada más entrar en su página, lo primero que me extrañó fue el elevado número de comisiones y asesores que lo forman. La Cátedra cuenta con la Directora, un Coordinador de Programas, el Consejo Ejecutivo (que, por cierto, no cumple con la paridad, pues consta de siete miembros y dos “miembras”), un Comité Asesor de 186 individuos (145 varones y 41 mujeres); y, además, aparecen sin ningún tipo de datos numéricos o nominales: un Consejo Social Asesor Fundacional, una Comisión Mixta de Seguimiento, un Consejo Asesor Ampliado, más un número indeterminado de Investigadores Adscritos.
Pues bien, lo que más me extrañó de todo este cotarro, fueron dos cosas que, pienso, dejan claros sus niveles de competencias y sus funciones. Por un lado, la Directora, Mirta Núñez Díaz-Balart, siendo la máxima responsable de la Cátedra es, sin embargo, una de las que presentan peor currículum académico y menos publicaciones realizadas (eso sí, es hijastra de Fidel Castro y, aunque su padre biológico fuera un acérrimo anticastrista, la cosa viste). Por otro lado, me extrañó la pertenencia al Comité Asesor de José Gómez Alen, de la Fundación de Investigaciones Marxistas, cuando es patente la ausencia de investigadores profranquistas pues, digo yo, que sería de lógica que, si la intención real es crear una Cátedra para estudiar con la mayor objetividad un periodo de nuestra Historia en la que existió una confrontación civil, debería contarse con representantes de ambos bandos. A fin de cuentas, la verdadera Memoria de las cosas, siempre tiene dos caras y, cuando la analizamos desde la perspectiva única de una de esas caras, estamos condenados irremisiblemente al injusto sectarismo.
Si alguien se sintiera ofendido por lo que estoy afirmando y considerara que, fuera como fuere (aunque se llegara a pecar de sectario), debería censurarse siempre a cualquier defensor del tirano, le recuerdo que hace un tiempo escribí en uno de estos artículos, que considero perversa cualquier tiranía, venga de donde venga; pero que, aún así, es necesario conocer los hechos históricos reales, sus antecedentes, sus desencadenantes, sus protagonistas y sus verdaderas consecuencias.
Franco fue un tirano, murió y, con él, lo hizo su Régimen; Mussolini fue un tirano, murió y, con él, también su Régimen; Hitler, Pinochet, Videla, todos ellos fueron tiranos y, al morir, finiquitaron sus regímenes. Sin embargo, Stalin, Mao, Fidel Castro, fueron tan tiranos como los otros, pero se preocuparon de perpetuar sus dictaduras e incluso difundir sus ideas por todo el Mundo. La Memoria Histórica, si queremos hacerla justa, debe responder de la misma forma a todos ellos.
En esta tesitura, debemos concluir que todos los regímenes totalitarios, cuentan con una simbología propia que deberíamos desterrar. Si desterramos la esvástica nazi porque nos recuerda un Régimen que asesinó a seis millones de inocentes, ¿por qué se permite la hoz y el martillo comunista, cuando los Sistemas Comunistas han sido los más criminales de la Historia de la Humanidad, responsables de más de cien millones de víctimas?
Realmente es triste que el Ayuntamiento de Madrid –cualquier Ayuntamiento- se gaste los dineros en retirar símbolos como el yugo y las flechas (que, por cierto, no son de Franco sino de los Reyes Católicos) y, sin embargo, no prohíban la simbología comunista. Salvando las distancias, eso es casi tan incongruente como condenar a un torero por pasarle a sus amistades una fotografía dándole un muletazo a una becerrita con su hijo en brazos y, sin embargo, dejar impune a una señora que se lleva a un recién nacido al Congreso para que salga en todas las televisiones del mundo,… ¡con la cantidad de bichos que hay en el Congreso!
Francisco Fernández-Pro