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    Francisco Fernández-Pro: Letras breves… Los tragasapos

    Una de las cosas por las que dejé la política fue porque, con el tiempo, me di cuenta de que quien no está dispuesto a “tragar sapos”, no sirve como político; y, la verdad, es que nunca tuve demasiada vocación de tragasapos… para eso hay que tener mucho estómago y a mí todo se me va en barriga. 

    Quizá por esta -demasiado frecuente- parrillada de sapos, es que la mayoría de los ciudadanos tengan a los políticos por hipócritas; y quizá, también por esta misma razón, mientras más extremista es la postura política que se practica –por un lado o por el otro-, se sufre más de hipocresía. De esta forma, sucede que no hay nadie que se parezca más a un fascista (por la derecha) que un antifascista (por la izquierda): los métodos son idénticos, sus contradicciones las mismas.

    Esta semana pasada, se han producido dos acontecimientos que me han hecho reflexionar sobre este asunto: por un lado, los estudiantes violentos que reventaron la conferencia de Felipe González y, por otro, las declaraciones de Ana Colau sobre el fallo del TC respecto a las corridas de toros.

    En el primer caso, resulta increíble que en una Universidad (Templo de la Razón), puedan vivirse momentos de tal violencia, gritos y ofensas contra un invitado a quien –con estos métodos fascistas de presión- se le boicoteó el derecho democrático, civilizado –y yo añadiría que divino- de usar la Palabra.

    En el segundo, resultan patéticas las palabras en boca de Ana Colau, la alcaldesa barcelonesa, cuando reta al Tribunal Constitucional por su fallo en favor de las corridas de toros; porque esas palabras fueron, literalmente: “diga lo que diga el TC, nosotros defenderemos los derechos de los animales”… ¡Hay que tener cara y estómago “pa reventá”!

    Cuando en 2012 se prohibieron en Cataluña las corridas de toros, los grupos antitaurinos (con la señora Colau a la cabeza), aceptaron en el mismo acto, que se mantuvieran los “correbous” (corretoros), por ser festejos taurinos reconocidos como autóctonos y argumentando, para ello, que en estas fiestas a los toros no se les da muerte. Eso sí, la mayoría acaban quemados, ciegos o apaleados e incluso muchos –“accidentalmente”- mueren ahogados o infartados debido al estrés, ya que son espectáculos basados en el fuego, el agua o la fuerza. 

    No tengo ninguna duda: es la misma hipocresía, los mismos métodos violentos de presión, la misma filosofía manipuladora, la misma falta de conciencia ética, el mismo estómago de tragasapos.

    Lo más parecido a un fascista, es un antifascista.

     

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