Cuando pienso en los efectos reales que puede acarrear todo este barullo que se andan montando con el Valle de los Caídos, pienso en tres aspectos de predecibles e indeseables consecuencias que, de hecho, ya se han comenzado a producir.
El primero de ellos es que, por culpa de estos desgraciados que se empeñan en desenterrarlo, después de casi 43 años de su muerte, Franco y su recuerdo siguen presentes en el día a día de los españoles. No creo que haya franquista que, en sus más añejas y mejores ensoñaciones, pudiera haber soñado con una presencia tan real, efectiva y permanente del Caudillo, después de tanto tiempo, en nuestra actualidad cotidiana; ni creo que hubiera mejor forma de embalsamar a un muerto, para mantenerlo como en vida, que ésta que se han inventado de servirlo todos los días en la sopa, a la hora de las noticias.
El segundo aspecto al que me refiero, es al de la quiebra que se está produciendo en la convivencia de los españoles. Después de tantos años y el esfuerzo de todos los que, en su día, decidieron perdonarse y olvidarse para poder dialogar y entenderse, llegan estos imbéciles de la confusión sectaria (que ni estuvieron ni nunca supieron construir nada), para deshacer todo lo que tanto nos costó enmendar; y, cuando deberían ocupar las horas que les pagamos, planteando proyectos de futuro para todos, a fin de que, entre todos, pudiéramos construirlos, cada vez sentimos mayor sectarismo en esos proyectos, cada día –y sin quererlo- nos obligan a elegir entre lo malo y lo peor, para acabar polarizándonos más y más. Queriendo o sin querer, nos dividen como antaño ocurrió y se empeñan en deshacer las costuras de una convivencia que tanto nos costó remendar.
El tercer aspecto que considero es el de la barbaridad Histórica que cometen, en el atentado flagrante a la verdadera Memoria que deberíamos guardar para que nos aleccionara. Memora ésta que, por suerte o desgracia, suele prevalecer en los testigos mudos de las piedras, de los monumentos, de los mausoleos. Pensemos un poco…
Viendo los monumentos funerarios egipcios que pudieron salvarse de los saqueos y la barbarie -y que tanto nos enseñaron de una civilización tan antigua como extraordinaria-, deberíamos reflexionar sobre cuántas cosas nos hubiéramos perdido (cuánta belleza y asombro), de haberse dinamitado para castigar la memoria de los faraones tiranos.
¿Se imaginan que, a las distintas civilizaciones, corrientes culturales o políticas, les hubiera dado por destruir todo vestigio de sus predecesores? ¿Comprenden los ignorantes que defienden la manipulación de la memoria Histórica, la poca memoria real que nos quedaría de la Historia, si arramblamos con todo lo que permaneció como testimonio de su grandeza y de sus miserias? Es difícil calcular lo que habríamos dejado de saber si no hubieran quedado esos testimonios; lo que sí tengo claro es lo mucho que hubiéramos perdido y la pobreza cultural en la que viviríamos.
¿Se imaginan que tuviéramos que destruir el Mausoleo chino de Qin Shi Huang y todos sus guerreros de terracota de Xian, por albergar la tumba del primer Emperador de China, uno de los peores tiranos que ha conocido la humanidad, responsable de la escabechina (nunca mejor dicho) que tuvo que provocar para unir todo el país?
¿Se imaginan que, en la misma China y, por las mismas razones, se hubieran cargado las Tumbas imperiales de las dinastías Ming y Qing, declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad? ¿Se imaginan que lo hubieran hecho con los antiguos tiranos persas y se hubieran destruido la tumbas reales aqueménidas y los bajorrelieves sasánidas de Naqsh-e Rostam, porque allí pudieron o pudieran estar enterrados Darío I, Jerjes I, Artajerjes I y Darío II?
¿Se imaginan que, conocida la Historia real del Imperio Romano y su actuación sobre los pueblos invadidos, se hubieran cargado ya –o ahora lo hiciéramos nosotros-, el Mausoleo de Augusto, el Castillo de Sant’Angelo, por haber sido el mausoleo de Hadriano, o la Catedral croata de San Duje, por haberlo sido el de Diocleciano? ¿Se imaginan que nos cargáramos el Mausoleo de Teodorico en Rávena?
Pero si todos estos monumentos-mausoleos los hubiéramos tenido que demoler o hubiéramos violentado los restos que guardan, por ser la de reyes, guerreros, tiranos o protagonistas que enfrentaron ideas y cercenaron libertades y vidas, deberíamos recorrer todo el mundo y hacerlo con cientos de verdaderas joyas que, no sólo nos han aportado muchísima información sobre las distintas épocas de nuestra Historia, sino que, hoy día sirven para que los pueblos se sientan orgullosos del Patrimonio que los define y los definió durante siglos.
Joyas del Islam, como Gur-e Amir, en Samarcanda, mausoleo del gran conquistador Tamerlán y que, posteriormente, sirvió como modelo para que sus descendientes mongoles del norte de la India, edificaran la tumba de Humanyun en Delhi y, sobre todo, el Taj Mahal en Agra, en la que se emplearon (aquí, sí) más de 20.000 trabajadores.
Posiblemente muchos musulmanes sunnies, se prestarían voluntarios para demoler, en Kerbala, la Mezquita Imam Husayn (Santuario y tumba de Husayn ibn’Alí, segundo nieto del Profeta y el más importante lugar de peregrinación para los chiíes)
Igualmente, muchos hindúes seguro que no hubieran dudado en darse un paseíto por Karachi, para cargarse Mazar-e-Quaid, Mausoleo del fundador de Pakistán, Muhammad Ali Jinnah… y, desde luego, no habría encapuchado del KKK e, incluso algún nativo de las reservas tribales americanas, que no echara horas de tajo voluntarias, para derribar la Tumba del General Ulyses S. Grant, situada al norte de Manhattan, justo al ladito del río Hudson.
Más, regresando a Europa y, comenzando por París, ¿a quién se le ocurriría cargarse Los Inválidos por albergar el Mausoleo de Napoleón, o la Iglesia de los Capuchinos con su Cripta Imperial en Viena, donde yacen casi todos los Habsburgo imperialistas?; ¿a quién, la Catedral de Pedro y Pablo, junto al Mausoleo gran ducal de San Petesburgo, donde lo hacen los Romanov, cerquita de los grandes duques de Rusia?… y, ya que estamos en Rusia, ¿a quién se le ocurriría acabar con el Mausoleo de Lenin o retirar sus restos momificados, a pesar de haber sido uno de los principales impulsores del Sistema político más criminal de la Historia de la Humanidad?… y, hablando de Comunismo, ¿a quien se le ocurriría desmontar el Mausoleo de Mao Zedong en Pekín y retirar su momia, por ser uno de los tiranos que, con mayor eficacia, colaboró en conseguir los, aproximadamente, cien millones de sus víctimas?
Piensen lo que sintieron –lo que todos sentimos-, hace sólo un par de años, al ver a los miembros del ISIS –guiados por la intolerancia del sectarismo fanático- dinamitar las piedras y destruir las imágenes más antiguas de las Culturas asentadas en Siria e Irak; entre otras, las ciudades de Palmira, Nínive, Hatra, Mari, Apamea, Dura-Europos, Khorsabad y, sobre todo, la primera capital Asiria, Nimrud y el Museo y las bibliotecas de Mosul,
Es absurdo vivir derribando la Historia, difuminando el recuerdo, ocultando sus vestigios, haciendo desaparecer sus restos. Estamos obligados a saber y a recordar; y no se puede ni saber, ni recordar, cuando cegamos la memoria. Además, hacer algo así, sólo puede ser fruto de la rabia y el resentimiento; y eso es algo que, indefectiblemente, sólo puede conducirnos –y a nuestros jóvenes también- a un futuro sometido a la ignorancia, la ira y ese terrible sectarismo que lo está generando.
Es triste pero, como esto siga así, me temo que hasta llegará el día en que los antitaurinos que se pasean en pelota viva, teñidos de rojo, se cargarán -a embestida limpia-, el monumento funerario de Joselito “El Gallo” que, en el Cementerio de Sevilla, tantas veces me transportó –cuando me cobijaba a la sombra de sus cipreses con el Guyton en la mano-, al sentimiento vivo de nuestro Pueblo y la magnífica musa de un gigante como Mariano Benlliure.
Todos deberíamos ser conscientes de que en la Historia, los testigos legados a través del Arte, la Vida, la Pasión, las alegrías y los sufrimientos que los inspiraron, deberían prevalecer siempre sobre la Muerte y el Tiempo, para que pudiéramos convertirlos, así, en verdadera Memoria Colectiva (ésa de la que tanto podemos enorgullecernos y de la que tanto podemos aprender).