Recientemente publiqué un par de artículos sobre el desbarajuste esperpéntico del Hembrismo en el que, irremediablemente, estamos cayendo, desde que a los políticos les dio por querer contentar a los extremistas más recalcitrantes (que no sólochillan más e intimidan a los cazadores de votos, sino que sólo cejan en sus empeños cuando, a base de murga, se les promete cualquier absurdo). El problema surge cuando la promesa de lo absurdo tiene que hacerse efectiva y, como en este caso, choca contra toda razón y justicia (y no hablo ya del choque con las normas lingüísticas, porque esas andan esquizofrénicas de lo acojonaitas que me las tienen)
El pasado día 25 de noviembre, una mujer mató a su marido de un martillazo en la cabeza y, después –por si no estaba bien muerto-, lo remató con cien puñaladas. Hoy, jueves, día 9 de diciembre, la radio me despertó con una noticia escalofriante: una mujer tira a sus hijas pequeñas por el balcón y, después, se arroja ella también. La primera cadena de televisión no ha querido dar la noticia así: parece que le cuesta. La presentadora, casi descompuesta, vino a decir que -aún no se sabe cómo- todas se cayeron por el balcón, pero que aún se sigue investigando. Entre los dos casos, el domingo pasado un hombre mató a su mujer en Baza y, después, se pegó un tiro.
Para poder informarme con más detalle, entro en Google y busco “noticias violencia de género”. Sale un enlace; http://www.antena3.com/temas/noticias/violencia-de-genero-1.html… y me encuentro más de lo mismo: de los tres casos referidos, sólo se recoge el de Baza.
Está visto que para los hembristas, sus voceadores y la mal llamada “Violencia de Género”, sólo existen unas víctimas: las mujeres; y sólo unos verdugos: los hombres. Quizá, por eso, para los hombres asesinados no hay estadísticas, ni declaraciones indignadas, ni crespones de luto, ni manifestaciones silenciosas; si acaso, el prejuicio inducido de que “algo habrá hecho para merecerlo”. Abomino esta discriminación, esta injusticia.
Pero que nadie se equivoque: lo que el cuerpo me pide, para todo el que comete salvajadas como estas, es aplicar el ojoporojo y dientepordiente. Además, pensando en mis cuatro hijas, al chulo –al cerdo, al mamón, al hideputa- que, abusando de su superioridad física, maltratara a una mujer, le aplicaba directamente un corte de huevos a navaja mellá.
Sin embargo, comprendo que una cosa es lo que me pide el cuerpo y otra tiene que ser la Justicia que el Estado tiene la obligación de salvaguardar y que se basa en dos principios fundamentales: la presunción de inocencia y la certeza de que todos los seres humanos nacimos iguales y somos iguales ante la Ley. Por eso no se pueden inventar leyes contra estas premisas para contentar a tanto chillón hembrista: porque caemos -como está sucediendo- en el agravio, la discordia y la injusticia.
Si los hombres y las mujeres somos iguales, que lo seamos de verdad, con idéntica consideración ante la Ley (que otra cosa será, después, los agravantes y los atenuantes que procedan, según cada caso)
Francisco Fernández-Pro