¿Qué quieren que les diga? Estaba predestinado. Llamándose Putin, era fácil que saliera por putadas. Como esta guerra, que ya genera un conflicto, no sólo en Ucrania, sino en casi todo el mundo conocido, posicionado contra el Régimen trasnochado de este exespía de la KGB, opositor permanente a divino zar o mesías de la antigua URSS desmantelada.
No hay guerra buena: en todas se mata, se muere, se destruye y se pierde; pero en esta, además, machacamos la conciencia cuando percibimos lo que puede resultar de nuestra inacción, de nuestra falta de compromiso; porque sea cual sea nuestra ideología o nuestro concepto de moral, nada justifica la mirada espantada de una criatura de la guerra, su dolor, su éxodo y, mucho menos, su mutilación o su muerte. Eso es algo bueno que tienen los medios de comunicación: nos trasladan en directo todo el horror -tal cual- y, ante su visión, nos quedamos sin argumentos para nuestra indolencia ante los monstruos que asaltan pueblos por la fuerza y matan a niños que juegan en sus colegios y a hombres que pasan justo cuando suena el petardazo. Si hay algo casi tan injusto como arrebatarle la vida a un inocente, puede ser nuestra pasividad ante criminales como Putin, mientras presenciamos sus putadas desde primera fila.
Lo escribí otras veces: siempre existen dos premisas para la Paz. La primera, es que en una guerra se mata y se destruye indiscriminadamente; y, en consecuencia, los que amamos la Vida y la Justicia, estamos obligados a reaccionar. La segunda, es que las armas son la última respuesta de los que agotan sus argumentos o su perspectiva a favor de la Vida y, por tanto, no saben calibrar las consecuencias de sus decisiones. Irresponsables, discapacitados para la emoción y la empatía, locos con poder que, por mor de sus intereses, su rabia o su ira, se convierten en matadores de inocentes: esta es la metamorfosis de los tiranos.
En verdad, no hay nada peor para la conciencia de un Hombre de Paz, que tener que aguantar los huevos de un dictador sobre una mesa de diálogo.
No quiero -no debo- proclamar que a Putin haya que despojarlo de cualquier forma del terrible poder que posee y que ejerce sin piedad, pero tampoco puedo dejar de pensar en otros monstruos de la Historia que tanto daño provocaron porque no hubo nadie que los detuvieran a tiempo. Lucho contra mí mismo y no puedo evitar que, poco a poco -como otras veces-, mi alma -que nunca entendió a los que fusilan la Palabra- levante un muro altísimo entre el sentimiento y la razón con los muertos olvidados del primer Holodrón ucraniano y los ladrillos apilados de Lagry, Dalstry, Dachau, Manthausen, Auschwitz, Menjaka, Jasenovak, Bozanski Novi, Chacabuco, Vukovar, Sarajevo,… Me duele la Conciencia por lo que siento y por lo que conozco, porque me gustaría que mi Verbo sirviera para convencer al líder ruso y que mi Palabra tuviera fuerza para detener sus tanques… pero no.
Putin seguirá saltándose a la bartola cualquier lógica, razón y frontera, mientras nosotros veremos cómo putea a una parte del mundo y amenaza a todas las demás, con los ojos asombrados y las manos atadas por la impotencia. Por eso, mis pensamientos más ocultos rondarán el deseo de que alguien acabe de una vez con el tirano; y eso me hará sentirme peor persona, más débil ante mi rabia, más vulnerable que nunca al error;… y es que me parece que los sentimientos que esta guerra provocan en mi conciencia, están siendo también una auténtica putada.