Ya empezó la pesca. Los políticos están empezando a invadir las riberas del Genil con la intención de pescar los votos de los ciudadanos. Todos acabarán utilizando los mismos cebos (empleo, seguridad, vivienda, educación, juventud, servicios sociales,…), pero si observamos bien hay cosas que los distinguen claramente.
Unos, queriendo ser originales, prometen extrañísimas iniciativas a los ciudadanos, olvidándose de que hay muchísimas cosas por hacer, justas y fáciles de conseguir. ¿Ejemplo?, pues pongamos compensar la tasa del agua, que aún se cobra por metro cúbico consumido en la vivienda, sin tener en cuenta para nada el número de personas que vive en cada casa.
Algunos hacen todo lo contrario: llegan forzados, a toda prisa, empujando a los demás, sin silla y sin sitio y –a falta de imaginación- hacen el paripé, disimulando como pueden y dejando siempre la iniciativa al pescador de al lado, para poder imitarle a fuerza de fijarse.
Otros sólo se dedican a espantar a los peces (léase votantes o ciudadanos), que huyen despavoridos ante la visión de sus espectáculos bochornosos de apretujones malintencionados y baladros espantosos, y el estrepitoso sonido de sus palos ciegos de piñata, que los dan por si hay suerte y pillan la cabeza del contrario.
Los hay también, algunos que siempre están realizando propuestas sobre la política del Gobierno, los asuntos de Estado y de Europa, los embargos de Cuba y Venezuela, las leyes de inmigración,… y se olvidan de muchas de nuestras propias necesidades; y, por no saber pescar barbos, se dedican todo el día a montar arpones por si pasa una ballena por el río
Y, por fin, andan otros en esta pesca que, teniéndolo todo casi hecho (porque lo que no hacen ellos en su casa, lo destrozan los otros en las suyas), siguen recurriendo a fórmulas “políticamente correctas” como la paridad de los géneros en las listas, sin advertir que el ciudadano -y la ciudadana- lo que quiere es que cada partido le brinde la oportunidad de elegir a las mejores personas, independientemente de cualquiera otra circunstancia (aunque sea la del sexo); precisamente porque la diferencia entre el buen políticos y el político malo, no se encuentra en la entrepierna, sino en la capacidad de trabajo y en la honradez con el que lo ejerce.
Otra cosa es que, además de la lista que presentan los unos y los otros, tengan suficiente experiencia demostrada y sobrados recursos humanos entre su militancia y sus simpatizantes -por todos conocidos- como para ilusionar a los ciudadanos con su mayor o mejor capacidad de resolución. Porque, quizá, siendo idénticos los cebos que emplean todos los políticos en esta pesca, aquí radica la gran diferencia entre los unos y los otros: en la caña y el aparejo.
Francisco Fernández-Pro