Esta semana el Congreso aprobó la “Ley de la Memoria Democrática”, una vez corregida su desafortunada denominación inicial como “Ley de la Memoria Histórica”, que hacía mucho más evidente la paradoja de su gestación y la verdadera sinrazón de sus intenciones.
Ninguna Ley debe reprimir la “Memoria Histórica” porque, como decía Heródoto, realmente no existen “hechos históricos” sino “distintas versiones de los hechos”, porque cada cual los vive y los recuerda de una forma distinta. Aunque, puestos a reflexionar, deberíamos concluir que, en un Estado de Derecho, tampoco debería existir una norma represiva de la “Memoria Democrática”, porque cada cual tiene su propia memoria y, según ella, condiciona su Pensamiento y, por tanto, la palabra que esgrime… y las leyes de una Democracia deben defender la libertad -no reprimirla- de las ideas y las palabras inducidas por esa memoria -personal e intransferible- de todos y cada uno de los ciudadanos libres que integran el Estado.
Antonio Muñoz Molina escribe, en un artículo titulado “La fragilidad de la memoria”, que sólo sabemos una cosa acerca del Pasado y es que no se puede modificar, pero que esa certeza no sirve para evitar el empeño de mentir sobre lo que ya no tiene remedio, porque hay quienes creen que cambiando el relato de los hechos reales, puede corregirse lo que pasó. Lógicamente no es así, pero se mantienen en el empeño confiados en que, pasando el tiempo, si se ejercita el recuerdo en función de los intereses del Presente, con medias verdades o mentiras repetidas en cada canal de televisión, en cada mitin y en cada colegio, acabará erosionándose la Memoria. ¡Terrible mentira institucionalizada! ¡Manipulación aberrante de la Verdad que nos hace libres! ¡Triste paradoja ésta de llamar “Democrática” a una Ley que secuestra la Objetividad de la Verdad!
Me pregunto si esta “Ley de Memoria Democrática” no es una excusa más para atentar contra el Pensamiento Libre de los españoles, a los que -de un tiempo a esta parte- intentan pastorear hacia el redil del Pensamiento Único, que tanto caracteriza a los Regímenes Totalitarios. ¿No está intentando esta gente con la “Progresía” y el “Social-comunismo”, lo mismo que ya hizo Franco con el “Nacionalcatolicismo”?
Además, si el fin de esta Ley fuera defender la Democracia de los que no son demócratas y fuera lícito coaccionar a los ciudadanos por sus ideas, el primer paso debería ser poner la atención sobre TODOS los que atentan de pensamiento, palabra y obra, contra la Constitución o los Órganos del Estado de Derecho que nos hemos dado y que normaliza nuestra convivencia en armonía. Por tanto, por idénticas razones con las que se pretende ilegalizar a falangistas o franquistas -como antiguos enemigos del Estado-, tendría que hacerse lo mismo con comunistas -por genocidas-, a batasunos -por terroristas- y a todo un arco de formaciones catalanes y vascas, por independentistas.
La lista sería interminable si tuviéramos en cuenta las decenas de pequeñas formaciones políticas y cientos de asociaciones y entidades (incluida la “Fundación Francisco Franco” y “Ómnium cultural”) que, en sus estatutos o su ideario, pudieran ignorar o enfrentarse a la Constitución. Incluso, ya puestos, hasta yo mismo (con lo “machista” y “facha” que me creen algunos por llevarles la contraria) podría ser objeto de vigilancia o escarnio y ser reprimido por la Ley, como declarado Antiabortista, Andalucista convencido y republicano confeso. Sin embargo, lo grande de nuestra Democracia y de nuestra Constitución es, precisamente, lo que Pedro Sánchez y su gente han despistado de este invento disfrazado de Ley y es que, precisamente la Democracia, nos concede el derecho inalienable de pensar y expresarnos libremente.
La Democracia no se puede defender distorsionando la Historia con leyes tendenciosas de “Memoria Histórica”. Tampoco debe erosionarse con leyes represivas que encarcelan el Pensamiento y fusilan la Palabra (por mucho que la llamemos de la “Memoria Democrática”).
Presentar una Ley en defensa de los principios democráticos, manipulando la Historia y secuestrando la Libertad de la mitad de los españoles, no es sólo ya un contrasentido Constitucional, sino la triste paradoja de esta sinrazón a la que nos están conduciendo como borregos.