Pedro Sánchez se engaña a sí mismo o nos engaña a los españoles, que es peor. Lo hace cuando proclama que va a formar un Gobierno de Progreso con los mimbres que tiene. Nunca podrá construirse el progreso de un Estado sobre la asimetría de los pueblos que lo constituyen. La asimetría es el cáncer de la Democracia en un Estado de Derecho; porque lo primero que consagra es el principio de que todos los ciudadanos son iguales ante la Ley. Por tanto todos, independientemente de su lugar de origen o residencia, debemos tener las mismas oportunidades de progresar en la vida, a fin de poder alcanzar los derechos fundamentales que recoge nuestra Constitución y, para conseguirlo, los gobernantes están obligados a trabajar con este objetivo siempre presente.
Por eso resulta una paradoja, en sí misma, la promesa de progresar en estos principios, a la vez que se negocian beneficios exclusivos con sólo unos grupos determinados de españoles, ya sean catalanes, vascos, cántabros, aragoneses o canarios.
Esa “visión de Estado” de la que tanto se pavonearon catalanes y vascos, desde el principio de nuestra Democracia, nunca fue tal. Nunca dieron nada por nada y, por esta gestión del cambalache, después de cuatro décadas, catalanes y vascos, no sólo son mucho más ricos y fuertes que los demás, sino que sienten el íntimo derecho de seguir siendo los mayores perceptores de privilegios y los más beneficiados en el reparto de los dineros de todos. Esta aberración constitucional, fue lo que dio lugar a la “asimetría del Estado”.
Ahora, hemos llegado a un punto crítico, pues para seguir gobernando el Estado, Sánchez tiene que acabar apoyándose en estos nacionalismos (¡tan distinto al andalucismo que yo conocí!), cada vez más excluyentes, más insolidarios, más supremacistas y más radicalizados.
Pero aunque todo se esté fraguando con un secretismo indeseable, la opacidad de las negociaciones no pueden evitar un análisis lógico: sabiendo –como sabemos- que, en Política, nadie da nada por nada (y menos aún, grupos con tan poco sentido del Estado y de la Democracia, como BILDU, ERC o la CUP) ¿cómo nos auguran un gobierno de Progreso, si ese gobierno sólo puede hacerlo posible cediendo a las demandas particulares de unos españoles sobre los otros?
Con una permanente asimetría regional, con una cojera tan severa norte-sur, España sólo puede avanzar a trompicones, dando traspiés y cayendo; para, después, levantarse una y otra vez (¡cómo tantas veces!),gracias, exclusivamente, al esfuerzo colectivo de tanta gente de a pié que -harta ya de tragarse los sapos de unos gobernantes sátrapas, trepas y mediocres– andan a punto de reventar.
La asimetría que padecemos nos deja cojos y, por eso, es mentira el progreso de un Estado que, para caminar, necesita de ortopedia permanente y fisioterapia a puntapala… y, menos aún si, por intereses espurios, se echa mano de unas muletas que agudizan, aún más, la cojera.
Por desgracia, esta es nuestra realidad; pero lo malo es que, encima, nos hacen el paripé de que es posible lo imposible; porque una cosa es que, por sus culpas, nos partamos la jeta en el próximo tropiezo y, otra muy distinta, que –encima- nos quieran tomar por gilipollas y le echen la culpa del trompicóna la necesidad de seguir avanzando sin necesidad de enmienda.