Este fin de semana estuve en Lisboa y por eso falté a mi cita dominical con estas “Letras Breves” de Ecijaweb. Les ruego me disculpen.
La última vez que estuve en la capital del país hermano fue hace dos meses y sigo pensando que es una ciudad hermosa, injustamente tratada por la desidia de sus vecinos y sus administradores.
Más de regreso a nuestra España, nada más cruzar la frontera y sintonizar una emisora de FM, las noticias nacionales me sobrecogieron: un individuo que, tras una agresión demostrada a su pareja no fue considerado suficientemente peligroso, fue liberado por el juez, sin vigilancia alguna y el mamonazo se fue directo al hospital –donde estaba ingresada su víctima- para rematar la faena; por otro lado, el Ayuntamiento de Madrid se va a gastar miles de euros en cambiar los muñequitos de los semáforos porque le resultan machistas, mientras el de Barcelona multará a todo señor que se abra de piernas en el autobús, porque el despatarre también es machista para las feminazis. Otra noticia de la antología del disparate afirma que Amancio Ortega dona 320 millones de euros a la Sanidad Pública para la lucha contra el cáncer y un colectivo de defensa de no sé qué carajo, quiere rechazar el donativo (seguro que ninguno de sus miembros sufrirá cáncer); y, para rematar la faena, cuatro “profesores” de Palma de Mallorca, dimiten y obstaculizan las pruebas de Selectividad en la isla, porque exigen que los alumnos españoles no utilicen el español en sus exámenes.
Lo confieso: me entró la depresión de sopetón y apagué la radio.
Salía del país hermano un poco triste, tras visitar una hermosa Lisboa dominada por la desidia y, nada más cruzar la frontera por Badajoz, me reencontré de golpe con la tristísima realidad de esta España nuestra donde –por los cuatro puntos cardinales-, no es ya la desidia, sino la gilipollez más inverosímil y en grado superlativo, la que campea a sus anchas sin que, nosotros –los españolitos de a pié-, sepamos aún cómo reaccionar ante tanto fantoche.