Este domingo, 19 de noviembre, se celebra el Día Internacional del Hombre. Hace cuatro años, me preguntaba lo mismo que ahora: ¿cuántos hombres saben que hoy es nuestro Día? Más aún: ¿saben a qué se dedica este Día Internacional del Hombre?
Internet, nos dice, textualmente que, entre otras cosas, debe dedicarse a “promover modelos masculinos positivos: hombres de la vida cotidiana, que viven vidas decentes y honestas. Celebrar las contribuciones positivas de los hombres a la sociedad,(…) Poner de relieve la discriminación contra los hombres, en las áreas de servicios sociales, las actitudes y expectativas sociales, y la ley. Mejorar las relaciones de género y promover la igualdad de género. Crear un mundo más seguro y mejor, donde la gente puede estar segura y crecer para alcanzar su pleno potencial”…
Es decir: si esto es así, hoy no es el día de los hideputa violadores y agresores de mujeres, hombres y niños; sin embargo, sí lo podemos considerar el de los perseguidos por causa de la Injusticia manifiesta que se deriva de la mal llamada “Ley de Violencia de Género”.
No lo sería de esos cinco sevillanos –presuntos- mamones de “la manada”, a los que habría que –presuntamente- colgarlos por las pelotas; pero, desde luego, sí lo sería de esos otros muchos que fueron acusados falsamente y se les aplicó la presunción de culpabilidad, antes que la de la inocencia.
Tampoco es hoy el Día de tantos mamarrachos que se creen muy “machotes” y sólo son un atajo de cobardes incalificables que abusan de las mujeres y de los más débiles; y sí lo es, desde luego, de todos aquellos a los que el personal “políticamente correcto” descalifica como “machistas”, gravando el término con una carga de profundidad peyorativa cuando, simplemente, es el calificativo antónimo de “feminista” y, por tanto, en muchos aspectos asume las mismas connotaciones, debiendo de ser analizado con mucha más atención. Pero, sin duda, éste “ser machista” es uno de los más vergonzantes complejos que los hombres de nuestra Sociedad asumimos erróneamente, debido a las presiones ejercidas, durante tanto tiempo, por los movimientos que, impulsados por la misandria, han caído –y, con ellos, una gran parte de la sociedad- en el extremo mismo de la androfobia.
Pero, dicho todo esto, me hago otra pregunta: ¿Estos principios que promociona el Día Internacional del Hombre, no son los mismos que se promueven y reivindican en los días internacionales de la mujer, el niño, el trabajo, los abuelos, las abuelas, los padres, las madres,…? Entonces, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo y celebramos en un solo día el de todos juntos?; o, mejor todavía, ¿por qué no nos juntamos –de una pajolera vez- y dedicamos, cada uno de los días del año, a celebrarnos todos en la dignidad que nos merecemos como seres humanos?
No acabo de entender a los que piensan que tantos Días específicos y distintos, harán desaparecer los mutuos agravios. Al final, como todos tenemos nuestros propios Días y en ellos reivindicamos nuestros exclusivos derechos a ser lo que somos, sólo sirven para exaltar y resaltar nuestras peculiaridades, profundizando -aún más- en las diferencias que nos separan de los que no son como nosotros (diferencias, creo, que deberíamos aprovechar y compartir para que, en vez de separarnos, nos enriquecieran y no acabaran provocando tantos agravios comparativos).
Por tanto, hoy –como hace cuatro años- dejo en el aire la misma pregunta para la reflexión: ¿Por qué no nos olvidamos de tantos días distintos (con la misma duración y las mismas reivindicaciones, pero distintos protagonistas), los juntamos todos y los dedicamos a defender y a proclamar la dignidad de los seres humanos, como individuos únicos, inviolables, necesarios y con los mismos derechos y las mismas obligaciones, independientemente de su género, su raza, su religión, su origen, su tendencia sexual, su trabajo o su condición?
Yo apuesto por eso. Creo que sería más justo y más lógico.