Queridos padres, queridos abuelos, queridos vosotros que construisteis este país como si fuera una Patria (¡qué disparate!), queridos los que llegasteis hasta el invierno y os habéis hallado con la más gélida de las heridas: la Soledad. Queridos vosotros, que luchasteis por la reconciliación y, hasta el último instante abogasteis por no repetir la triste historia que nos persigue (¡adorables quijotes!). Queridos todos, que no esperabais nada, pero tampoco la maldición del coronavirus y la insólita respuesta de vuestra prole (¡ingenuos hasta el final!). Nunca pensé que, algún día, desde mi dulce otoño pudiera saludaros con envidia. Pero me permito esa envidia por lo bien que lo supisteis hacer: por vuestra inmensa capacidad de sacrificio, por todo lo que habéis sido y representáis para España, por todo lo que aprendimos de vosotros los muchos que ahora -a pesar de algunos otros pocos malandrines- os recordamos con el cariño más profundo y la mayor admiración, lejos de la insidia, los cálculos inhumanos, las irresponsables omisiones y las incompetencias.
Queridos padres, queridos abuelos, queridos vosotros que, después de mucho construir, tanto supisteis resistir; y que, si habéis dejado de luchar, sospecho que sólo ha sido porque no esperabais que las puñaladas llegaran de quienes os vinieron. Queridos vosotros que -¡tan quijotes, tan adorables, tan generosos, tan luchadores y tan ingenuos!- os cobrasteis todo el sacrificio ofrecido, engordando los datos epidemiológicos y los índices de mortalidad. Maldita y gélida metamorfosis la de esta Sociedad sin corazón, formada por muchos hombres gobernados por unos pocos malandrines que no saben construir, que prefieren los muros a los puentes y que, con todos vosotros, han sepultado -sin apenas remordimiento, en la más absoluta soledad, sin esquelas, sin lágrimas y sin testigos- toda la Razón y la Justicia a las que teníais derecho, porque vosotros -queridos padres, queridos abuelos, queridos españoles de las últimas generaciones- fuisteis los que supisteis ganarlas para vuestros hijos y nuestros nietos.